6. Pro-boca-ción

   

6.2. Autopsia

 

066

 

 

He soñado con vosotros, mi pasado… no me reconocía de vuestra raza ni en el sueño.

Vuestra piel mortecina y transparente era casi una metáfora de la personalidad que nunca tuvisteis, pues no seréis sino personajes patéticos de mi vida ejemplar. Complementos faranduleros para ese peregrinaje inconsciente y asocial: el que pulula por los mundos marginales de la nueva bohemia rediviva. La eterna universidad, cantera indecente de valores dionisíacos, subvencionada en aras de capitales apolíneos.

En mi sueño vuestras venas raquíticas surcaban un semblante de vampiro venido a menos, casi una pena (de condena) de la vieja juventud a la deriva. Me buscaba en los espejos rastreando en mí aquel tipo de rostro para buscar una señal que me igualase a vosotros: pero no pude encontrarla, porque en aquellos espejismos yo era la más guapa del reino.

Despuntaba tanto que hasta mí vinieron todas vuestras ninfas con sus mejores galas, mas no consiguieron convencerme con su espectral belleza, casi cadavérica… a pesar de que comenzaron el clásico discurso envolvente con sus labios amaestrados sobre mi entrepierna. Ése que sin palabras va erigiendo el monumento eterno que estalla en el alba: es una erupción que dispara mil resortes hasta rendir castillos y trampas. No llegó el discurso sino a medio gas; apenas una minúscula erección de tribu, nada trascendente en el sueño ni en la vida.

Vuestra sangre diminuta y sin fuerza, tatuando vuestro rostro; vuestras palabras endebles desmoronando el discurso… desenmascarando un sueño que ya no es más que recuerdo, que no será sino esperpento.

Seguiréis por ahí, en vuestras respectivas guaridas de anonimato: resignados ya a ser personas normales. Atocinados viendo la televisión, aunque buscando coartadas antropológicas o cualquier otro justificante traído por los pelos, pero lo cierto es que no: habéis claudicado ya, entregado la conciencia al poderoso enemigo, encontrando razones donde no las hay para llevar una vida normal: vosotros que abominabais de semejante alienación.

Al fin, circulando resignados hacia una muerte tan dulce como previsible o vacía. No dignos de compasión, pues lo más cercano sería mi autocompasión viéndome en vosotros como los espejos que sois.

¡Quién sabe qué personajes andarán ahora por esas mismas calles, reencarnados como arquetipos igual que alguna vez nos poseyeron a nosotros! Lo cierto es que el tiempo sigue pasando y esto le priva de sentido, aunque él no lo sabe.

Poco a poco he conseguido ir desprendiéndome de todos vosotros, de vuestra sólo aparentemente auténtica amistad, hasta conseguir apartaros de mí. Ésta es la prueba definitiva de vuestra falsedad: vuestro vínculo no ha resistido envite ni embate, por eso hoy nadie me recuerda, ni falta que hace. Junto a mí se encuentra mi obra indiscutible: mi familia. Y me es eternamente incondicional, como vosotros lo fuisteis un día… en vuestro caso, falsamente, por supuesto.

En cierta ocasión soñé la ilusión de veros desaparecer a todos de golpe y después la vida me ha dado esta satisfacción o fui yo mismo quien encontró la fórmula, no sé…

Tenéis suerte de mi mala memoria: si no, abrasaría vuestras cabezas con los mil esperpentos que pueblan mi cerebro a cada instante… justa recompensa al vacío que las habita.

Vuelvo la vista atrás y me pregunto: personas no, seguro; pero ¿qué erais? ¿Personajes o arquetipos? Y tras tanto tiempo reflexionando, he llegado a un punto en el que no sé si vuestro trastorno tiene nombre, pero eso ya me da igual… porque sólo sois jubilados que ponen cara de pensar sobre la vida “He hecho lo que he podido”. Un pequeño resto en el tóner de mi vida, ése con el que suelo, paciente, ajusticiar mis Malas memorias cada día… con cierto tono ambarino. Gracias a todos los episodios que alguna vez protagonizasteis, construiré un castillo en vuestro aire: os voy a dejar aquí una plasta gracias a la cual os acordaréis de mí toda la vida. A lo mejor en mi puta madre… pero con estas Malas memorias ¡os vais a cagar![1]

Quizá leyendo esto os penséis que me he ido a vivir a un libro, pero no es cierto… lo que ocurre es que vuestra ausencia me inspira, incluso artísticamente: por eso no puedo veros. Si llegáis a leer esto dejaré de daros pena hasta provocaros otras cosas: intriga, repulsión, admiración, curiosidad… ¡qué sé yo! No creáis que escribo buscando vuestro reconocimiento, lo hago sólo porque me surge –imparable– desde aquí dentro. No seáis tan creídos como para pensar que busco la más mínima respuesta, no la quiero ni la pretendo: ya interpretasteis en su día el papel que os correspondía.


 

[1] Nótese el doble sentido, la polisemia de la frase hecha.

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta