6. Pro-boca-ción

   

6.3. a)

Exhortación

068

 

 

Os diré una cosa, por si os sirve de consuelo: cuando estuve a vuestro lado, no iba buscando materiales para estas Malas memorias[1]. No era un fingidor ni un antropólogo en observación participante[2]: elegía callejones sin salida, como buen defensor de causas perdidas.

Yo era simplemente un elemento más del decorado, asumiendo un papel que después se desdoblaría; esto me convierte en eso que en el Derecho Penal se denomina un “inimputable”. Cuando estuve a vuestro lado era yo en estado puro, estaba siendo yo. Luego la vida ha venido a “complicar” las cosas[3] y convertirme en personaje de mi propia historia-ficción. Nada que reprocharme ¿o sí? Puede que alguna proyección de envidias o quizás algún contenedor de frustraciones, pero nada de culpabilidades.

Haré un rompecáscaras con vuestra cabeza y le diré al cielo que una tarde, hace mil eternidades, recorrimos todas las tabernas con esa divinidad que otorga el vino: perdonando y redimiendo a los bohemios con sus taquicardias. Tampoco era importante si se fumaba, pues en aquel entonces estábamos desahuciados.

Sin embargo todo era un espejismo de vuestra frágil rebeldía; me pregunto qué esperáis encontrar dentro de un melón… ¿y de un ser humano?

Vosotros id pensando que lo mío son técnicas de autodefensa para la supervivencia, que vosotros haríais lo mismo en mi caso… creedlo así porque eso salvará mi bolsillo de esas ávidas garras que no respetan nada. Mientras yo, desde mi paraíso inmejorable me río de vuestra compasión, porque sólo habita vuestras cabezas. Vosotros seguid destilando… yo ya me lo he bebido todo… Por eso, como vosotros, también me voy a echar la siesta: así que no vengáis a pedirme cuentas.

Ya sé que hablaréis de mí en cuanto me haya ido, al instante de mi media vuelta, de mi marcha envidiable incomparable. Diréis (os diréis) todo eso que llenaba vuestra cabeza en mi presencia, pero jamás tuvisteis osadía ni arrojo para decírmelo a la cara, mirándome a los ojos. No sé si era por pudor o miedo a la vergüenza: pero vuestras palabras, mudas, durante eternidades estuvieron encerradas en vuestro cuerpo. Mis ojos son cofres que guardan decisiones difíciles, atesoran el triunfo de plantarle cara a las costumbres: demasiada fuerza para que podáis aguantarme la mirada.

Sé que hablaréis de mí y recordaréis algunos de mis movimientos o los hechos que han jalonado mi presencia leve y fugaz en vuestras vidas: es mi destino y así lo acepto, aunque resulte contrario al destino de tantos que han desfilado ante vosotros… ésos de quienes nunca habéis hablado, a quienes ni siquiera recordáis porque ni tan sólo marcaron una estela leve: quienes no han dejado su huella en vuestro sendero.

Os pido disculpas por decirlo en estos versos tan prosaicos, aunque se trate de algo de tal importancia, difícilmente comprensible para el común de los mortales. Pero la excepción de vuestro silencio delata falta de empatía, una sinceridad hurtada al humanismo. Sólo sois capaces de hablar de mí cuando me ausento, sin reconoceros siquiera en este papel: llenar vuestra vida con los rumores sobre la mía. No me creo superior ni diferente, pero vuestro trato significa que me habéis etiquetado como tal y por eso os creéis con derecho a tratarme de manera inusitada.

En fin, acepto sin acritud que mi papel central conlleva el aislamiento y la incomprensión por parte de esta pandilla de cómplices que son los demás: sólo entre ellos. ¿Aceptáis vosotros el vuestro, de rumor sin rostro amparado en la maleza… de murmurar contra el viento, sólo porque soy diferente?


 

[1] Al menos no conscientemente.

[2] Al menos no deliberadamente.

[3] O sea, hacerlas más complejas.

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta