2. Las memorias como género literario: concepto, generalidades

   

2.3. a) 7 aprendizajes

 

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Si bien es cierto que un instante de felicidad anula años enteros de desdichas, también lo es que la existencia no puede resumirse en la felicidad que nos proporciona la experiencia. Tantas noches de incomprensión, tantos momentos de soledad… no se compensan con un instante de espectáculo por muy arrebatador que sea. Bien lo saben los malditos. Incluso aunque sea el inicio de un itinerario nuevo, ignoto y hasta entonces vedado.

  • Al fin, envejecer sólo es cambiar el ritmo. De pequeño piensas que relajarse es perder el tiempo, no acabas de entenderlo.

Es necesario el paso de los años para percibir el exterior como una amenaza y también necesitar la soledad. Entonces creces y el relax pasa a ser un objetivo en tu vida, por utopía.

  • Empezamos a experimentar a los demás como agresores, invasores de nuestro tiempo, vampiros de nuestra sangre y conquistadores de nuestra vida. La presencia y/o la existencia del otro resulta una amenaza para la propia intimidad. Más o menos velada, más o menos rehuida o deseada… siempre ahí, latente como una maldición presta para activarse en el momento más inesperado. Así se pierde la inocencia, con el salvajismo del otro irrespetuoso por mi vida.
  • Amargamente, el inconsciente termina acostumbrándose a la enseñanza de la experiencia. La vida es una broma de mal gusto. Por si esto fuera poco, está el tiro de gracia: la esperanza también es un espejismo[1]. Dios un Godot que nunca llega.
  • La existencia es un desequilibrio precario que sólo evita caer debido a los milagros: para aprender esto se necesitan al menos 20 años. Téngase en cuenta que vivir no deja de ser un cúmulo de causalidades.
  • Casi una ley física, científica, constatable: quien no cuida lo que tiene, es porque no lo merece… y acaba perdiéndolo, irremediablemente.
  • Conclusión: se debe redefinir el orden, personalizarlo hasta hacer de él algo nuevo, no cíclico. Abandonar la absurda cadena del pasado, eso sí, pero no vivir sin él… porque hacerlo mío es tomar las riendas de la vida.
  • Primero, la edad de prometer sin cumplir (adolescencia). Segundo, la de cumplir sin prometer (juventud). Después, la de prometer lo cumplido (adulta). Y por último, la de desear prometer sin cumplir ni consig@ mism@: el descrédito (vejez).


 

[1] Como en el cuento de Villiers de l'Isle Adam, la esperanza es parte de la tortura.

 

Sonido

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