2. Las memorias como género literario: concepto, generalidades

   

2.5. Sobre el pasado. No da señales de muerte

 

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¿Son personas? No, son recuerdos que van girando alegres, errando en su órbita como si de planetas se tratara, desplazándose por el Sistema Solar de mi memoria.

Al pasado le gusta revolcarse entre bichos muertos; es su condición, sin duda. Aceptémosle tal cual; hemos de pensar que todo el pasado sólo fueron etapas necesarias para llegar al presente. Y también que éste será otra etapa hasta llegar al futuro…

En el jarrón del tiempo nos queda la flor ajada del recuerdo. Lo que no va en lágrimas, va en suspiros; lo que no va en canas, va en entradas…

Todo pasado es un peligro latente, una pupa que puede eclosionar en cualquier momento: crisálida de melancolía, saudade en potencia. Morriña en barrica, nostalgia a punto para ser destilada… libación de mariposa nocturna. Abismo de utopía.

Ocasionalmente aparecen espejismos, algún inusitado destello de vidas alternativas, imposibles: que no fueron y por eso mismo se aparecen fantasmales. Pretenden arrastrarme hacia una dimensión oscura, ignota… incluso noto su fuerza succionándome: algo centrípeto, una inercia que pretende imponerse más allá de la energía que realmente posee, fingiendo ser arrolladora.

Leves tambaleos de mi existencia, mecida por esa brisa como lo estaría una caña pascaliana: pero nada más. A pesar de su pretensión de imponerse, tener carta de ciudadanía en mi vida… pasan sin más energía, sin pena ni gloria: como la mera anécdota que son.

El pasado es como todo lo raro: cuando te pasa algo, te invade la impresión de que no te está pasando o que le pasa a otr@… y parece también que no terminará nunca: como el dentista, como el trabajo…

El pensamiento convirtiéndose en pasado es un auténtico misterio: es la vida constantemente.

Por todo eso tan ajeno… no es lo mismo tu pasado que tus recuerdos. ¿Cómo fue el pasado? Qué ocurrió realmente, nunca llegaremos a saberlo con certeza… porque la memoria traiciona los recuerdos, los deforma a su antojo.

Al elemento de la percepción subjetiva de los hechos cuando éstos se producen, hay que añadir un segundo factor: con el paso del tiempo, la memoria los va moldeando según su capricho. Finalmente acabarán convertidos sólo en una sombra de lo que realmente fueron… recuerdos de lo que nunca llegó a ocurrir, de un Universo alternativo que sólo ha existido en la imaginación y el deseo[1].

El ejemplo más claro lo tenemos en los exámenes. La mejor época es desde que se hace el examen hasta que salen las notas: cada instante que pasa hace que la esperanza en el resultado positivo crezca hasta más allá de las expectativas que objetivamente podrían tenerse. Alcanza una deformación interesada tal, que sólo vuelve a la realidad en el momento de hacerse público el listado de calificaciones. Después todo se explica, claro: en último término, en el despacho correspondiente.

¡Y cuántos se quedaron por el camino! ¡Cuántos más iremos dejando! Unos muertos, otros olvidados. Quizá seamos nosotros mismos los caídos… ¡Cuánta gente conocida que jamás volveremos a ver! Y por oposición ¡cuántos reencuentros inesperados!

El balance de la vida es visual: dos horizontes que coinciden o no, dos perspectivas superpuestas. Uno en la realidad, el otro en el espejo transparente del pasado. ¡Como si los demás sólo fueran vidas esperando a ser visitadas por un@! Es injusto, inexacto, porque cada uno de ellos tiene incluso nuestra misma orografía. Por eso la solidaridad es algo más que una acción o una palabra: es una actitud que nos acerca a comprender el porqué de un organismo. Su cómo y cuándo: el sueño, los sueños.

Al atardecer, lo ignoto y atractivo de cuanto desconozco pero existe proyecta su alargada sombra sobre toda mi sabiduría. La imagen es tan simbólica como perfecta. Perfilando la incertidumbre por encima del conocimiento anquilosado, una imagen exótica y atractiva como todo lo que aún me queda por saber.

El conjunto es tan simbólico como clarificador: además hace que mi entorno se transforme y deje de ser algo acabado para convertirse en aventura, devenir. Surco inmensidades sin abandonar mi despacho, este reducto desde el que construyo mis bombas de relojería, día a día.

Al atardecer, la sombra de esa exótica talla de madera… se perfila sobre mi título universitario.


 

[1] Tan incomunicables como personales, veleidades de veleta.

 

Sonido

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