3. Mis memorias: declaración desnuda de intenciones; objetivos

   

3.4. d)

Balance

 

050

 

 

Si esto puede decirse sin orgullo ni sonrojo, tengo = soporto, padezco, llevo, acarreo, traslado, atesoro, colecciono, disfruto, poseo, acumulo… más de 50 años.

Me detengo un instante, como inmóvil en el vacío, en la cresta de la ola: las cosas me recuerdan vagamente al sabor que tenían antes. Pero cierto: el recuerdo está superpoblado y quizá también supravalorado.

Ha pasado tanto tiempo… ahora que tendría que llamaros, he olvidado ya vuestro teléfono… y confiando en mi memoria, nunca llegué a apuntarlo… Algo que no me entristece en absoluto. Aquí estoy, por fortuna olvidado para todas aquellas bestias carroñeras que constituyen mi pasado; aunque supongo que podría resultar paradójico, a pesar de todo cuanto ha ocurrido en estos años…

No soy ninguna víctima: sólo un ejemplo de su crueldad, una prueba de que se puede salir impunemente, escapar a ese estanque envenenado en el que puede llegar a convertirse la vida. Gracias a (las obligaciones derivadas de) ella, puedo descansar del arte… no sólo eso: también aprender e inspirarme con sus lujos y sus tapujos…

El nacimiento: desde aquel golpe[1] hasta ahora no he dejado de sangrar. Desde mí escapan letras a cada instante, pierdo la vida por momentos… desde hace años. Pero no es escribir: me desangro, pierdo mi órgano fundamental. Me he soñado pintando de nuevo, el espejismo de mi pintura. Y acaso esta clarividencia forma parte del balance mismo, del nacimiento tomado más allá de los rituales iniciáticos. Viendo trampas donde sólo hay oportunidades… y al revés.

Recuerdo lo que fue la adolescencia: ¡qué extrañas parejas formaban entonces los padres de nuestros amigos! Esta evocación me sirve también de aprendizaje, porque empiezo a tener esa edad en la que te cuentan cómo se muere la gente: no se sabe muy bien si por prevenirte o para irte poniendo en antecedentes.

A partir de algún relato[2] me pregunto si quizás morí alguno de aquellos días y aún no lo sé: sería la cabal explicación de la vida como tortura.

Aunque la realidad parezca fea, no me resigno a que sea imposible cambiarla; puede que no me hiciese falta morir realmente aquel día, sino haber aceptado sin sonrojo que un suicidio a tiempo es un triunfo.

La sensación extraña de que toda la vida no ha sido sino una antesala del instante actual, que lo cambia todo… el presente como encrucijada: después ya nada vuelve a ser igual, porque todo se ha convertido en pasado y el instante actual es/ha sido/será… una nueva encrucijada.

Para l@s amantes de la estadística[3] aquí va este entremés: un cuadro, una instantánea con los que reconstruir esta existencia, tan incomparable como todas.


 

[1] La realidad.

[2] Que reproduce fielmente episodios de mi pasado.

[3] Quienes se la follan y son follad@s por ella en oscuras y solitarias habitaciones sórdidas.

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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