4. Contexto temporal

   

4.3. El decorado

 

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Las bibliotecas, como los parques, responden a un espíritu que en otra época fue mayoritario: el de los barrios con participación asamblearia. Eran los ’80: unos tiempos en los que la gente leía ¡y le gustaba! No como ahora: analfabetos funcionales que sólo saben interpretar cartas de Hacienda, que jamás han escrito carta alguna…

Bajo la lluvia, actualmente son iguales la Compañía de teléfonos y la policía: todo papel mojado… Carreras en la nada, como el pasado que llevo bajo el brazo. Ululo en el ascensor, como si esto sirviera de algo más que mis discursos metafísicos.

Por lo general la gente tonta se cree muy lista.

Hoy es el gran día, pero los ecos de silencios compartidos resuenan sobre paisajes ya históricos: ¿dónde habrán ido a esconderse los mecenas? La Humanidad sólo es un desfile de muertos que viene a rendir cuentas, transformados en su caricatura. En este Juicio Final sólo hay fantoches que imitan su imagen aumentada en una megalomanía deforme.

En el colmo de una venganza casual e impotente, la realidad llegó a desterrarme incluso de la astrología: exiliado del sagitario para convertirme en ophiucus. ¡Suerte que me resbala! Da lo mismo 3,60 que 2,80…

Mientras la inolvidable tarde va haciendo su balance de chaparrón y cuenta nueva, cada personaje de mis Malas memorias se disfraza de otra cosa hasta convertirse en su valor auténtico. Para mí sois transparentes como la lluvia…

¿Acaso puede existir un entorno más justo, diáfano y auténtico que la lluvia? Olor a tierra mojada y libertad. Un sábado por la tarde, con lluvia y otoño: todo parece posible.

Ya está bien, basta ya de ponernos cada día

la máscara helada de la civilización vacía.

Seamos sin tapujos: adalides para una sinceridad sin precio

más allá de fingidas convivencias, por encima de la falsa diplomacia

pero sin violencia alguna. Sólo nuestra verdad desnuda.

Abandonemos los sueños utópicos de lugares idílicos, sin diferencias

para enfrentar a pecho descubierto la convivencia cotidiana

en una tierra fértil de diferencias y desengaños.

Fuera de la palabra fácil que nos iguala en la vacuidad

de un discurso baldío: el que nos conduce a pensar

nuestras realidades como iguales, como si no hubiese jerarquías

en un mundo de las ideas tan vulgar como devaluado.

Dejemos para los sueños, sólo para ellos,

el diálogo pausado que nos roba la vehemencia

y seamos desnudos. Sinceros hasta aprender a enfrentar

los valores sin tapujos, lejos de esa falsa paz que resulta

de la inmovilidad de los cadáveres.

Aprendamos a enfrentarnos con los escombros de las ideas

cuando reconocemos la caída de nuestra escala de valores

para reconstruir sin sonrojo otro universo de ideas

basado en intuiciones que se derrumben mañana.

Sólo así seremos mejores en ese aprendizaje constante

que significa aceptar los errores, lejos ya de falsas atalayas

de autoayudas y otros parches que niegan la debacle patente:

nos impiden esa reconstrucción que dé al traste con fachadas falaces

basadas sólo en una necedad. La supervivencia por encima de la vida.

Aprendamos a morir con desparpajo cada día, a cada instante, porque

siempre es mejor la muerte sincera que una vida sobre Nada construida.

Dejemos anotado en el margen de nuestra pequeña Historia

intrascendente, deliciosa y frugal

ese comentario clarificador que a los postres del banquete

en que se convertirá nuestra vida… nos arranque la sonrisa amarga

por cuanto ha ocurrido. Nos regale una distancia

enriquecedora como la que obtiene quien mira sus fotos de niñ@.

Pero ahora el retrato es tan desnudo y sincero

que sólo lo entiende un@ mism@, cargado como está

de tiempo, personalizado de estigmas.

Seamos, en fin y por encima de todo… sincer@s a cada instante

para conseguir ser auténtic@s… indiferentemente de quién caiga.


 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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