Camilo
  Cortos Samarcanda ´88 253
             

 

Coincidimos en uno de los megalómanos proyectos de Toribio SIMPLE. Ambos estábamos “en nómina”, decididos a colaborar desinteresadamente en la medida de lo posible… que al final vino a resultar la medida de lo imposible.

Camilo Cortos era la clásica persona a la que un día le surge la posibilidad de trabajar en el engranaje estatal, en algo que le resbala[1]. Empieza a hacerlo para asegurar un sustento que le sirva como trampolín para llegar a hacer algún día lo que realmente le gusta.

En su caso el trampolín era ser un funcionario de trinchera. Lo que le gustaba: hacer cortos, filmar, creatividad audiovisual. Por eso coincidimos en lo que sería finalmente un proyecto fallido: el de Toribio SIMPLE.

Charlamos un par de veces sobre el tema y quedamos emplazados para futuras ocasiones más propicias… que nunca llegaron a existir. Supongo que Camilo Cortos siguió haciendo intentos para poder sobrevivir mentalmente, con los que obtener la mínima salud mental. Aunque muchas veces, en su caso, las personas acaben desistiendo y, con una resignación tan bovina como comprensible, terminan refugiándose o parapetándose en su nómina para envejecer en paz: fagocitados.

Otras veces es peor[2]: llegan a ser instrumentos de su propio sueño. Acaban como títeres de una industria que les hace pensar que han triunfado.



[1] Como me ocurriría también a mí, tres años después.

[2] Almodóvar es un buen ejemplo.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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