Una tarde inspirada, en el bar Gironde… entre risas y motivación de público que me azuzaba a las ocurrencias. Todo un espectáculo. Es el recuerdo más vivo que tengo de Chispa, este personaje de la pandilla de Kagan con la que hice vida social durante una temporada: Chispa era un tipo risueño, de cuerpo menudo, con voz atiplada y siempre presto a la broma, jocoso.

Resultaba fácil compartir cervezas y paseos. Aunque generalmente no aportaba nada original, era una buena compañía. Tenía “chispa”, sin duda. De ahí el apodo.

El otro recuerdo que me queda de Chispa lo tengo asociado a la época durante la cual acometí las reformas del piso de Anastasia Abuela, en Kagan. Un día llamé al marmolista para colocar unas placas en las ventanas. Fue Chispa quien vino a tomar las medidas y posteriormente colocar el material.

Sin embargo no se acordaba de mí o prefirió hacerse el amnésico. Soy respetuoso con la gente, así que no me di a conocer y pasó por casa como si fuera un operario extraño. Allí quedó la cosa… después de todo, el tiempo vino a traerme esa otra cara de alguien que una vez me fue cercano: pero era una cara que ya no poseía chispa alguna.