1.  Invitación

   

1.5. Autoayúdate

 

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La experiencia es, sin duda alguna, la tramoya con la que cada vida va configurando el decorado en “el gran teatro del mundo”. De hecho, podría hablarse de la experiencia particular de cada uno como el conjunto de hechos que se suceden cronológica y aleatoriamente a lo largo de la propia existencia, personalizando hasta tal punto la vida de cada individuo que la convierte en algo único, incluso estadísticamente.

Tomadas de una en una, cada persona que es y/o ha sido o será a lo largo de la Historia, resulta irrepetible sobre todo por las experiencias que ha tenido. El resultado de las mismas es una personalidad y un talante concretos, que a su vez han dado lugar a otras experiencias únicas, en una rueda inagotable de matices: la tramoya puede ser manejada en mayor o menor medida por uno mismo.

Todo esto sólo depende de un factor: la voluntad de hacerse con los mandos de la maquinaria e ir reescribiendo lo que pretenden decir los meros hechos por sí mismos, dándoles un cariz diferente. Cuando esta voluntad no se produce podemos hablar de “entreguismo” o “resignación” por dejarse llevar por esas fuerzas desconocidas a las que se llama “Destino”, pero que en realidad no son otra cosa que lo aleatorio e imprevisible de la realidad. Quien se pone en manos del Destino lo que hace en realidad es someterse al sorteo de una lotería constante, cotidiana, que por entropía significa un suicidio diferido, blando, disfrazado de vida.

Cuando trabajo, descanso. Cuando descanso, trabajo. Éste es el resumen de mi existencia laboral, no es un trabalenguas ni un acertijo. En otras palabras, trabajo constantemente[1]. El secreto está en la definición de los conceptos, sin duda: a cada instante reflexiono acerca de la realidad y llego a conclusiones o ficciones más o menos simbólicas que pongo por escrito. Puesto que conlleva un esfuerzo, resulta trabajoso. Pero no comporta contraprestación económica de ningún tipo, por lo que no se considera trabajo sino afición, dedicación de tiempo libre.

Para que pueda comprenderse mejor, diré que el hecho de que a mi alrededor los demás descansen, me supone un contratiempo. Es cuando por lo general las personas precisan más dedicación hacia ellas, lógicamente, porque es cuando expanden su personalidad al no tener un trabajo opresor que se lo impida. Esto, claro, significa que les dedico más atención y por lo tanto dejo de trabajar (o descansar, según se mire).

Con respecto al ocio ajeno, siento una inevitable relación de amor-odio (o de odio-amor, según se mire), teniendo en cuenta que su ocio interfiere mi trabajo. No se me malinterprete… si por mí fuese, todo el mundo estaría siempre descansando, sin duda. Pero su ocio significa –al mismo tiempo, como ahora– una fuente de inspiración para mi trabajo (o mi descanso). Si ellos no tuvieran ocio, a buen seguro yo me aburriría de mí mismo. Las variaciones que los demás introducen en mi vida son tan necesarias como detestables, tan apetecibles como inútiles. Los demás no sólo son la vida, también son la entropía.

Y yo sólo soy una posibilidad entre infinitas ¡pero precisamente ésta!: si me apetece lo que hago, entonces ya estoy haciendo lo que me apetece. Es el secreto de la felicidad constante.

Soy lo que técnicamente se denominaría un “exhibicionista propedéutico”. Con esta “crónica de punto final” me preparo para una vida limpia tras el ajuste de cuentas pero también preparo al lector para que sepa lo que le espera si se aventura por la procelosa jungla del trato humano (in).

Las cosas mejoran en su esencia, aunque les gusta aparentar ir empeorando: es un punto de inflexión de la intrahistoria paradójica, que sólo se entenderá con el paso de los años. Paralelamente a lo que pasa con mi existencia individual.

¿Y tú, qué haces con tu vidita? El “carpe diem” es y no es… al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto: por tanto, contradictorio.

¿Qué es vivir, más que una terapia ocupacional? Pero no sólo para mí… para tod@s, que nacemos lisiados y tarados por definición, por humanos.

Lo importante no es lo que te pasa, sino cómo te lo tomas.

Desde hace años sigo buscando significados simbólicos a todo cuanto me ocurre. Probablemente, muy probablemente, no acertaré ni una sobre el sentido cosmológico del Universo… pero me tranquiliza intentarlo. Seguir haciendo cábalas indemostrables sobre todo cuanto me rodea por dentro y por fuera[2].

Cada día practico esta técnica (¿ciencia?), aunque a veces la olvido: de hecho, semejante descuido también es parte del juego mismo (¿o es una técnica?)… Miro a mi alrededor en espacio y tiempo: nadie me vigila, así que puedo seguir en este ejercicio de imaginación (¿o acaso se trata de un juego?).

En el reflejo me muevo. Alrededor un espacio artificial, lleno de “vida”. Yo no me muevo, pero sí mi reflejo.

Esta obra es un mensaje de esperanza: si alguien con este pasado ha podido llegar a tener mi presente, nadie tiene que abandonar por poco color que tenga su horizonte. Todo puede ser cambiado radicalmente. Ésta es la prueba.


 

[1] O descanso siempre, como se quiera ver.

[2] Nombres extraños: Lautaro Murúa, Ludolfo Paramio, Asterio Velasco…

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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