4. Contexto temporal

   

4.4. Juventud bis

 

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La rebeldía del espíritu juvenil es más impactante, pero menos efectiva que la rebelión pausada de la experiencia: no confundas comprensión y conformismo. Transgresión, ruptura, reinvención[1]… parecen urgentes porque el mundo se acaba cada día. La experiencia ha dejado de contabilizar el tiempo.

El arte reside en la ruptura sin añicos, la fiereza sin violencia. Utilizando esquemas manidos para reinventar incluso las herramientas mismas; para transgredir ya sólo me interesa el arte. No se trata de “cambiar las cosas desde dentro o desde fuera”, sino de estirar la disyuntiva como un chicle… hasta hacer tambalear la sociedad en su conjunto. Eso sí es revolucionario, es arte.

Aproximadamente todos hemos sido jóvenes alguna vez: si no en espíritu, al menos en materia. Y hemos estado borrachos de luchas perdidas. En mi caso, confieso haber sido joven aproximadamente tres o cuatro veces… Las jóvenes neuronas nos regalan entonces sus sinapsis, dándonos la impresión de pensar cosas antes jamás pensadas. Impregnando a quien así lo ve de esa sensación inigualable que es descubrir un continente o conquistar un polo, un planeta. Quizá sea cierto: cosas nunca antes pensadas o al menos, si pensadas… no dichas o no escritas: no transmitidas. Llegar a creerse el centro del mundo es así de joven, puede que egocéntrico, pero ¿acaso el mundo tiene otro centro que uno mismo?

La juventud: su osadía, su esencia, reside precisamente en esto, en mirar el mundo como si nunca antes hubiera sido mirado adecuadamente. Hacerlo con otros ojos, llenos de valores nuevos y de ilusiones que son el principal combustible del planeta: aunque éstas sean calificadas como vanas, aunque pronto resulten desechadas por no ser combustible fósil.

La voluntad superando al entendimiento[2], pero ¿por exceso de voluntad o por falta de entendimiento? Nunca al revés, afortunadamente, pues la falta de voluntad es la abulia que caracteriza a la vejez: esa entrega, resignación bovina de quien espera ya sin remedio la muerte cualquier día. Pero el exceso de entendimiento resulta la maldición bíblica de un árbol con demasiadas podas, injertos y abonos erróneos: conduce a la inacción por impotencia.

La juventud es el descaro, la ruptura y la imaginación: al servicio de un afán de novedades y entretenimientos, cuando aún no se ha dicho la última palabra… Si nos topamos con semejante panorama, generalmente nos sentimos apabullados. Y la respuesta fácil ante la juventud arrolladora es el parapeto, el recurso a la experiencia: invocar lo que nos deja pírricamente victoriosos ante una “enfermedad” que según dicen se cura con el tiempo. Remitirnos cobardemente a un futuro incierto, pero que juega a nuestro favor de viejos, de anquilosados. Conservadores, cerrados a todo lo que suene a nuevo: casi siempre por impotencia.

¿Acaso se ha dicho la última palabra?

No perdamos de vista que quienes tenían 40 en los ’80, habían tenido 20 en los ’60. Lo que generalmente se denomina “relevo generacional” tiene lugar por definición de manera traumática: la generación que se retira de la circulación lo hace con despecho y envidia; lo primero por no haber aprovechado el tiempo como le habría gustado, lo segundo por considerar que los nuevos tienen un entorno más propicio… que ellos no disfrutaron. Pero precisamente lo tienen gracias a su esfuerzo, ingrato.

Nosotros, en cambio, resultábamos una bocanada de aire fresco; no es que el mundo fuera nuestro: es que nos correspondía por herencia. En aquella época, que no había móviles ni Internet… mandaba el pensamiento. Lo queríamos todo YA o incluso antes, salpicando la cotidianidad con infinitas gotas de vida. Teníamos una costumbre que ahora sería impensable: regalarnos carnets de identidad o partir billetes por la mitad, para celebrar con cervezas un futuro reencuentro que muchas veces jamás llegaba a producirse.

Gracias. Yo también espero que seáis capaces de superar las tonterías propias de estas fechas y aún así, disfrutar de la vida también ahora: en el momento de cambio de ciclo.


 

[1] ¡Como si se pudiera innovar a estas alturas!

[2] El error cartesiano.

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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