El paso del tiempo, los acontecimientos lo han hecho posible. A lo largo de mi vida, de una u otra forma, me habéis dado tanta libertad que no os decepcionaré: diré la verdad a cualquier precio, aunque mi verdad sea difusa e incómoda, aunque no esperéis precisamente este cuadro. Sin embargo, la fidelidad me impele: no deseo ser motivo de traición, por eso encarno el baluarte de lo auténtico, aunque sea subjetivo. Pretendo superar los débitos, ir más allá de las deudas de cualquier tipo, para llegar al corazón de esta realidad incierta: la que una vez fue nuestro mundo, para siempre ya perdida entre sedimentos históricos que todo lo anegan.

Fueron escasos los días durante los que ninguna dolencia nos hizo detenernos. Hubo tan pocas jornadas en las cuales no tuvimos aflicciones del ánimo… y en esos días: fueron tan pocos los ratos en los que pudimos disponer de nuestro tiempo… más allá de urgencias y sirenas que nos arrancaban de las meditaciones…

Se puede decir que fue casi un milagro poder llegar a hacer algo, realizar alguna obra más allá de la supervivencia física o emocional. Capeando como pudimos todas las trabas que se iban interponiendo entre nosotros y la meta, como en un malévolo plan organizado desde otras dimensiones.

Haber superado tantos obstáculos me apabulla con una incertidumbre: igual sí que existe Dios y toda mi vida es precisamente una beca divina… ¿Dios? Si no miras hacia arriba, ni lo ves. Mi cabeza queda ahí suspendida, incapaz de salvar este abismo, esta ocurrencia. No sé. Ser escéptico es lo que tiene: que nunca se sabe…