Comida ultraísta

   

  Samarcanda

 

´94

270

             

 

Casa de Nito, en una calle plateada. En principio el evento era de lo más normalito: estábamos invitados a comer en su piso, como forma de pasar un rato agradable alrededor de unas viandas. Probablemente partió del propio Nito la idea de comer en el baño… como sustituto de cocina y/o salón, que es lo normal en estos casos.

Así, los comensales nos fuimos acomodando para el ágape. Lógicamente, espacio y distribución del baño no daban para mucho[1]… así que bidet y retrete eran dos de los asientos, a los que se añadieron un par de sillas. ¿Quiénes estábamos? No lo recuerdo con certeza, pero Nito y yo, seguro. Además había una chica alemana que no paraba de reir. Puede que una o dos personas más… entre ellas, seguro: Valentín Hermano. Con el ambiente distendido propio del momento fuimos realizando los preparativos. Poner la mesa y distribuir el menaje sobre la misma (cubiertos, vasos y platos) fue un mero entretenimiento. El ajuar era pequeño, en caso contrario no habría cabido.

El conjunto era lo más festivo y distendido: una de esas cosas espontáneas y frugales que pueblan casas y vidas de los estudiantes. El primer plato no lo recuerdo, como tampoco la conversación al caso. Para el segundo plato, Nito nos había preparado un pollo que provocó restos que no habíamos previsto: huesos y cartílagos fueron a parar a la bañera o el bidet, del que sólo estábamos utilizando el borde como asiento. Risas generales, buen rollo.

Para sustituir las servilletas un rollo de papel higiénico pendía de la lámpara del techo: limpieza a demanda, distribuyendo generosamente su contenido… casi una guirnalda. Antes de llegar el postre, algún alma temeraria tuvo la poco brillante idea de pegarle fuego al papel colgante… probablemente Valentín Hermano.

Allí acabó la comida, entre la más que justificada alarma. La pobre chica alemana[2] y su mentalidad prudente fueron acordes con el conocimiento aportado por Nito. Éste puso punto final por fortuna al conato de incendio.

El resultado fueron unos postres en el balcón… entre risas y alivio por una velada que afortunadamente no terminó en tragedia. Aquella comida inolvidable ha dejado en mi inconsciente una inexplicable relación entre estos acontecimientos y la decoración de la habitación de Nito. Las paredes estaban empapeladas por él con páginas de periódico: blanco mortecino, pero intercaladas con las anaranjadas de los suplementos y/o publicaciones de negocios. Todo con fotografías en gris y negro, que en los periódicos aún no había fotos en color.




[1] Era el piso estándar de especulador maracandés para alquilar a estudiantes.

[2] Quien rápidamente detectó el despropósito.

 

 

Sonido

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