Adriana

 

Bellas Artes

Ghijduwon

´88

´89

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 Adriana Bellas Artes era una chica de cara redonda, un poco bizca y muy risueña. La conocí en una fiesta del famoso ático de Jesús Manuel LAGO[1]. Charlamos amigablemente entre una creciente animación alcohólica. Finalmente hicimos una escapadita/despedida a la francesa[2]… hacia la penumbra de las escaleras.

Puede que no le gustaran los ascensores o puede que estuviéramos jugando a las transparencias de los cristales de aquel portal: lo cierto es que aprovechando el rincón de uno de los pisos… nos fuimos animando a mezclar salivas con pasión creciente: como la luna que se filtraba por los cristales, como el alcohol circulando por nuestras sangres. Al amparo de sangres y luna continuábamos in crescendo: como si eso fueran atenuantes. Hasta que allí mismo, en un rincón, perpetramos un manoseo creciente. Yo intentaba masturbarla torpemente con más vocación que talento… mientras le comía la boca y las tetas… hasta que pudo más su afán de civilizar el deseo. Finalmente nos marchamos a la calle, buscando motivos para continuar una fiesta que se aguó… por pretender dilatar el momento, lo diluímos entre inmensidades de tiempo.

Al cabo de algunos meses volvimos a coincidir: aunque me enseñó su habitación-estudio, repleta de óleos y tangos… sólo vimos, como quien contempla una estación vacía, que nuestro tren ya se había ido.



[1] Un par de años antes de ir entreteniendo las noches con el lanzamiento de huesos de aceituna a las gafas de BREA. Entonces ¿por qué asocio ambos sucesos, si hay un decalaje temporal? Es posible que el asunto de las aceitunas me haga asociar aquella noche con motivo del ático…

[2] Muy a pesar de Valentín Hermano, quien –cinegéticamente hablando– pretendía levantarme la pieza.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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