Ambrosio

LOMO

Tûrtkûl

´87

´97

187

             

Ambrosio LOMO llegó a casa de mis padres como pupilo a pensión completa. Era una forma con la que mi núcleo familiar intentaba compensar que Valentín Padre estuviera en paro desde hacía mucho tiempo… mientras encontraba trabajo de nuevo, algo que jamás llegó a ocurrir.

Ambrosio LOMO poseía esa capacidad humana que sólo ostentan algunas personas: hacerse cercano sin vulnerar ni ser vulnerado en la intimidad. No en vano procedía de una familia pudiente de Tûrtkûl: se notaba en su educación y buenas maneras. Ambrosio LOMO apareció en casa de forma provisional en el ’88… pero finalmente se quedó hasta terminar la carrera de Farmacia, que era el objetivo de su estancia en Samarcanda.

Ambrosio LOMO tenía un carácter jovial, abierto, tolerante y comprensivo. Para mí resultaba una especie de hermano adoptivo, de actitud responsable que muchas veces sirvió con su mera presencia para hacerme reflexionar sobre la corrección o adecuación de algunas de mis actitudes. Ambrosio LOMO era un tipo muy hogareño: con el típico batín que marca la distancia entre el territorio de casa y el del mundo exterior. Pero cuando se trataba de hacer vida social también se apuntaba, aunque no fuera esto lo que ocupaba la mayor parte de su tiempo.

Casi siempre que estaba en casa estudiaba o veía la televisión. Pero en cuanto tenía oportunidad charlaba conmigo: esto resultaba una experiencia gratificante para ambos. Puede que fuera el contrapunto que mi vida necesitaba para relajar su ritmo y sus contenidos. Una especie de llamada de atención que muchas veces me sirvió, aunque inconscientemente, como la pértiga de auxilio le sirve a quien camina por la cuerda floja.

Mi mente asocia la figura de Ambrosio LOMO y su compañía al estado de resaca (la mía): casi siempre coincidía. Durante mucho tiempo resultó un cuadro clásico de domingo para mi pobre cuerpo maltrecho por las infinitas noches de cada año. Ambrosio LOMO y yo mirando en la televisión los dibujos animados mientras devorábamos un pollo al limón y la tarde languidecía poco a poco con el archivo de una nueva semana, ya vacía: muerta. Ambrosio LOMO se marchó a Tûrtkûl cuando terminó la carrera: invitó amablemente a su boda a toda mi familia. Ambrosio LOMO era un tío con clase, aunque a veces jugara a no tener conciencia de ello: por ejemplo, la ocasión vez que vino a verme a un mercado medieval que hubo en su pueblo, en Tûrtkûl, tan amigo como siempre. Olvidando que una vez casi compartimos la entrada en otra dimensión: Ambrosio LOMO conducía y le vi los dientes a la muerte… por fortuna, sólo un susto.

Para mí Ambrosio LOMO era la personificación de la voz de la conciencia. Aunque fuera por casualidad.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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