Andrés

 

Pequeñajo

Bukhara

´84

´88

149

             

Físicamente, Andrés Pequeñajo se parecía al protagonista de la película El bola… cuando le conocí era un chaval algo más pequeño en edad que yo, que por entonces rondaba los 18… pero en la lotería de cuerpos a Andrés Pequeñajole había tocado una de esas configuraciones diminutas. No era enano en sentido estricto ni acondroplásico del término, pero sus reducidas dimensiones hacían de él un amigo que semejaba casi un juguete con vida propia. Con sentimientos y con un carácter repleto de jovialidad y sentido del humor.

Formaba parte de la pandilla entre la que se movía Nini Resús en Bukhara… éste fue el motivo de que yo entrara en contacto con Andrés Pequeñajo. De él te ganaba enseguida su manera de ser: siempre alegre y muy imaginativo, con agilidad mental y un punto cómplice.

Supongo que a medida que había ido creciendo en edad, se colocó voluntariamente en ese lugar inmaterial. Le resultaría infinitamente más cómodo y enriquecedor que la alternativa: frustración y amargura. En este sentido, Andrés Pequeñajo era un tipo inteligente, positivo: resultaba poseer el perfil clásico de quien acaba haciendo de la necesidad, virtud.

Puede decirse sin lugar a dudas que esto contribuía a hacerle más feliz la existencia… pero sobre todo: la esencia de su sabiduría residía más allá de estas menudencias, que enseguida pasaban a un segundo plano. Ante todo sabía divertirse de forma compartida, lo que hacía de cualquier velada en su compañía un momento irrepetible… tanto como convertirse en punto de partida para el siguiente momento similar.

No recuerdo cuántas veces invertimos (que no malgastamos) tardes enteras entre cervezas y billar, noches paseando por los pocos lugares que ofrecía Bukhara para el ocio… daba igual, como también eran indiferentes el frío o la amenaza de un aburrimiento que nos resultaba ajeno. Congeniábamos más allá de toda circunstancia, compartíamos una camaradería que no entendía de semejantes detalles irrelevantes: se encontraba en otro plano de la realidad. Para muestra, baste sólo el botón de una tarde que compartimos en pandilla, entre infinitas carcajadas.

A la sazón Andrés Pequeñajo era voluntario o estaba haciendo la mili en un puesto de socorro junto a Bukhara. Nos acercamos a verle Nini Resús y yo… puede que con alguien más, no lo recuerdo… para hacerle una visita junto con sus compañeros de fatigas, también de uniforme.

La visita se llamaba JB y enseguida vimos cómo era la celda de su condena: un cuchitril que pretendía ser la referencia para los accidentes de tráfico que se produjeran en las cercanías. Por suerte aquella tarde no hubo ninguno: nos habría encontrado literalmente empinando el codo para beber el JB a chorro, a falta de vasos. La botella duró mucho menos que las risas. Cuando terminó el turno, continuamos la desbandada de imaginación por las empinadas calles de Bukhara… hasta altas horas de la madrugada, perdidos ya el oremus y el Norte, así como todas las referencias posibles de aquel mundo pacato que se nos quedaba infinitamente pequeño.

¿De qué hablamos? De todo, con esa inagotable capacidad que otorga el entusiasmo alcohólico compartido… la de arreglar el mundo entero sin salir de la cabeza, aunque al día siguiente la realidad nos recuerde sin contemplaciones que no tiene arreglo.

Risas y bromas a mansalva entre la pandilla de colegas que, si nos volvimos a ver al día siguiente, fue para devolver los galones del uniforme al que pertenecían… tras haber contemplado su irrepetible peregrinación nocturna… que incluyó las patillas de mis gafas, recién estrenadas.

Hubo muchos más momentos que nos reconciliaron con aquel mundo injusto en todos los sentidos… aunque años después, de Andrés Pequeñajo sólo queden en el ámbar de mi memoria algunos momentos inmortalizados como insectos o monumentos: mientras duraron aquellos instantes, fueron eternos. Como tales, irisados y repletos de unos secretos que sólo pueden adivinarse en sus reflejos multicolores. Sirven para decorar un pasado al que no es necesario devolverle el color… porque jamás lo ha perdido.


 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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