Carrie

RAPHAEL

 

Ghuzor

´88

´93

227

             

 

El carácter de Carrie RAPHAEL era un buen resumen de sus estudios: aderezados con una buena dosis de su personalidad incontrolable. Estudiaba Exactas, ‘a pesar de’ o ‘precisamente por’ ser una encarnación de las inexactitudes humanas. Son los típicos estudios que uno realiza por lo que le gustaría llegar a ser, no por lo que es. Una forma de terapia que se impone uno a sí mismo para meterse en vereda, porque se conoce y quiere enmendarse.

Carrie RAPHAEL combinaba su responsabilidad personal y familiar[1] con su irresponsabilidad personal y afectiva. Sabiamente combinadas, eso sí.

Por regla general era la chica modosita que todos esperaban que fuera: iba a clase, aprobaba los exámenes, tenía novio y no significaba dolor de cabeza para la familia que religiosamente, desde el pueblo, le facilitaba el dinero suficiente para sobrevivir en la Samarcanda universitaria.

Pero Carrie RAPHAEL tenía un demonio dentro: era ella misma en otra dimensión humana. Una puerta falsa de su yo por el que en ocasiones escapaba: como una válvula que le permitiera sacar fuera de sí al vapor que de otra manera acabaría convirtiéndola en una olla explosiva, una bomba de relojería. De tanto en cuanto se desmelenaba: salía de copas sin mesura, bailaba sin mesura, se follaba a desconocidos sin mesura… porque en el fondo Carrie RAPHAEL se declaraba una bala perdida. Como tal actuaba, aunque sólo en ocasiones: cuando tomaba el poder de su (in)consciencia aquel animal incontrolable, el mundo se venía abajo.

No lo digo con reconvención ni censura, sino como mera descripción a la que alguna vez asistí contemplando sus resacas. Carrie RAPHAEL era buena chica. Incluso responsable, como demostró el paso del tiempo: en ocasiones, no obstante, caí casualmente entre sus zarpas durante aquellas noches de luna llena… pero supe salir airoso, indemne.

Allá por el ’92 Carrie RAPHAEL ya había conseguido acotar sus extemporáneas excursiones: se había ido a vivir a Urganch, casada ya con Nicolás El paciente y a la espera de un churumbel que –a buen seguro– a Carrie RAPHAEL le sirvió para sentar la cabeza. Amablemente me dejaron quedarme en su casa los días que duró aquella pantomima de oposiciones a las que me presenté a la sazón. Carrie RAPHAEL había conseguido domesticar a su animal salvaje… o al menos había sentado las bases para empezar una nueva vida, más allá de aquellos experimentos juveniles que tanto la mortificaran en su día, entre placeres terrenales y remordimientos divinos. Si duda, algo que garantiza una madurez feliz… con la juventud en la recámara, por si las moscas.



[1] Plasmada en no defraudar expectativas, llevando un expediente digno.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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