Emiliano

de las pelotas

  Termiz

´94

´95

292

           

 

Emiliano de las pelotas era un declarado cachondo mental, amigo de la risa a todas horas. Se tomaba la vida como creo que hay que hacerlo en general… como vacuna contra los males que sin duda acechan en toda existencia.

Quizá por eso era profesor de Filosofía: por haber sabido integrar en la vida cotidiana el conjuro cósmico de amenazas que constituye el rompecabezas de la existencia humana. Es cierto que no era Licenciado en Filosofía[1], pero superaba con creces esa supuesta deficiencia académica con su actitud hacia la gente y las cosas. Siempre podía contarse con Emiliano de las pelotas para iniciativas interesantes. Salir de copas, hacer excursiones por el monte, organizar gymkanas, comer, celebrar fiestas, charlar… incluso intercambiar alumnos.

En cierta ocasión le propuse impartir yo las clases de Nietzsche, integradas en su temario, a cambio de que él realizara actividades de artesanía con mis grupos de alumnos. Así lo hicimos. El resultado fue clarificador: Emiliano de las pelotas jamás quiso repetir la experiencia… Incluso declaró su admiración por el hecho de que yo supiera llevar más o menos bien la socialización académica de aquel grupo de monstruitos.

Las aficiones de Emiliano de las pelotas eran las que eran, lo tenía muy claro. Argumentaba que si durante un fin de semana se iba de excursión por el campo y tenía un percance que le impedía ir a trabajar durante quince días, nadie le censuraría nada… pero si cualquier día se iba de copas y el percance era una resaca que no le dejaba trabajar al día siguiente, la censura social estaba garantizada. “–¿Por qué?” –decía Emiliano de las pelotas. “–¿Es que no puedo hacer con mi tiempo libre lo que me dé la gana?” Argumentado así, desde luego, resultaba incontestable… era uno de los motivos por los que la Lógica le fascinaba. Razón de más para ejercer su trabajo de profesor de Filosofía con dedicación, voluntad y acierto.

Además del intercambio de alumnos, con frecuencia colaborábamos académicamente. Más aún en las cuestiones extraescolares: vida social compartida en aquel microclima de Angren… una amistad en toda regla con la excusa del trabajo.

Charlar con Emiliano de las pelotas era un placer… su presencia resultaba una demostración de que los tópicos[2] se nutren de casos individuales negativos que pretenden ser elevados a categoría de ley universal.

Una de las experiencias más agradables fue compartir con Emiliano de las pelotas la organización de una especie de gymkana durante las fiestas del Instituto Juan Montalvo el año ’95. Resultó divertido a la vez que aleccionador… Lo mismo que investigar bajo la piel de Angren con aquella excusa festiva, que también incluyó un juego irreverente. Consistía en hacer muñecos que representaran a los profesores, con los que el alumno podía despacharse a gusto casi como una venganza.

Algo totalmente válido desde el punto de vista antropológico, pero que levantó ampollas entre las sensibilidades más corporativistas. Pensaban que ser profesor era pertenecer a otra raza… sin darse cuenta de que un día con esa festiva simbología, plenamente inofensiva, garantizaba a cambio la aceptación y el funcionamiento del sistema los otros 364 días del año. Cortedad de miras parapetada tras una fachada formal de cartón-piedra.

En fin, Emiliano de las pelotas[3] resultaba uno de esos amigos que trabajan contigo… Casi por casualidad, pero como algo afortunadamente inevitable. Uno de esos tesoros que a veces nos regala la vida: sin duda hacía la existencia infinitamente más llevadera.

Imagino que poco después Emiliano de las pelotas conseguiría librarse de aquel exilio de Angren. Por fortuna para él, porque siempre se sorprendía de las desmesuradas reacciones de la población autóctona… y con razón.

Puede que de regreso a la civilización incluso echara de menos todo aquel microcosmos. Aunque extremo, o precisamente por eso, aleccionador sobre la condición humana. Aquellos aprendizajes de las noches de copas, en Los túneles, no se encuentran en ningún manual. Es necesario vivirlos en propias carnes para disfrutarlos en esencia… aunque al día siguiente venga el tío Paco con la resaca.



[1] Creo que lo era en Psicología y además por alguna Universidad Fanática.

[2] Sobre su lugar de origen, en este caso.

[3] Apodado así simplemente por un juego de palabras con su apellido, sin mayor malicia ni intencionalidades. Puro divertimento.

 

 

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