Fermín

 Pianista

 

´86

´96

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Entre sus manos Fermín Pianista tenía la música infinita: sus dedos se deslizaban sobre el teclado del piano de una manera que transportaba. Eran un pasaporte a otras dimensiones. En su rostro habitaba la risa infinita, era capaz de sustraerse a cualquier circunstancia. Superarla levitando más allá de todas las emociones. Sólo había risa: cómplice, comprensiva, eterna, amiga.

Los biempensantes seguramente dirían que era la consecuencia de que todo el día estuviera fumando porros. Pero esta gente tan cuadriculada como estirada no tuvo la fortuna de pasear por la casa de Fermín Pianista, entre sus gatos y su piano. Recorrer las estancias plenas de vida de aquel piso antiguo, señorial, cargado de música. Fermín Pianista había conseguido en parte llegar a vivir de sus conciertos. Además de estudiar Filosofía, llevaba esa doble vida que para él era la música: no por segunda ni desdoblada, sino por vida multiplicada.

En ocasiones tuve la suerte de poder disfrutar de su maestría. Paqui Ref. Fermín Pianista y él formaban un dúo inagotable. Me gustaba tanto lo que hacían que acabé por enamorarme de la voz de Paqui Ref. Fermín Pianista y del acompañamiento que Fermín Pianista le hacía. No de ellos. Sólo eran personas en las que tenía lugar el milagro.

Aún hoy, tras tantos años, evoco aquella casa, aquella voz y aquella música… y me enamoro del recuerdo.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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