FIJO era un tipo francamente macanudo, como diría él mismo, acercándose mentalmente a su país de origen. Le conocí la noche que murió su padre. Por una de esas nefastas casualidades FIJO estaba en Uzbekistán cuando ocurrió y jamás volvió a verle. Pasamos aquella noche tenebrosa para su alma en casa de Emilia RICA. Ambos le hicimos compañía, intentando consolar con un poco de café y un hombro su distancia y su dolor: un duelo a tres.

Con el paso del tiempo fui conociéndole mejor y descubrí la gran persona que era FIJO. Académicamente volcado en el Derecho Penal. Vitalmente entregado a la diversión, la juerga y el hedonismo en general. Pero ante todo buen humor y compañerismo.

Aunque figura en el elenco destacado del penalismo universitario… organizando jornadas, debates y múltiples actividades encaminadas a mejorar e investigar su disciplina, FIJO tiene un valor humano que supera con mucho su bagaje académico, que no es poco. Por este motivo en su día le invité a formar parte del tribunal de mi tesina… yo deseaba expresamente que al menos hubiera un argentino en el mismo. Ninguno con perfil más adecuado para dar la talla.

De FIJO sólo tengo buenos recuerdos; de charlas amigables entre copas y buen rollo. Compartiendo en cada momento lo efímero para conseguir eternizarlo.

Gracias a él conocí lo soporífera que puede llegar a ser una Tesis Doctoral cuando presentó la suya. El aprendizaje me sirvió para intentar hacer[1] algo tan opuesto a lo académico que pareciese una fiesta.

He rastreado la pista de FIJO por Internet… ahora es profesor universitario. Supongo que a su paso seguirá haciendo crecer los buenos momentos. Es un tipo macanudo, no sé si ya lo he dicho.

[1] Diez años después.