FORBES

 

´85

´98

338

             

 

Convivir en el aula con FORBES era fácil, aunque no se pueda decir a ciencia cierta si era así “gracias a” o “a pesar de” que procedía del mundo escolástico. En todo caso esto resultaba irrelevante. Gracias a su personalidad y cercanía, enseguida se olvidaba todo cuanto no fuese trato humano y conocimientos interesantes. Las minucias burocráticas y/o pueriles carecían de importancia.

FORBES tenía ese don tan escaso entre los docentes universitarios que es acercar al alumnado su asignatura sin grandilocuencia ni ostentación. Simplemente con la confidencialidad de quien sabe algo interesante y lo quiere compartir contigo.

Gracias a eso: la Historia de la Ciencia en sus manos resultaba un pasatiempo entretenido, un reto mental en el que apetecía implicarse hasta el fondo. No sólo lo más cercano… también los mecanismos enrevesados, propios de algo tan hermético y aparentemente inaccesible.

Antes de darte cuenta, estabas codeándote con los grandes nombres de la Historia de la Ciencia como si fueran tus compañeros de clase. Parecían cercanos, comprensibles, interesantes… siempre quedaban ganas de saber más sobre cualquier asunto. Para eso: ahí estaba FORBES, capaz de adaptar su oferta a las limitaciones de cada uno de nosotros. Personalizando el currículum a medida de la ignorancia particular, individual.

FORBES era capaz de llevarnos hasta el límite sin que nos asaltara el vértigo del precipicio. Finalmente a uno le quedaba la sensación de que quizá podría haber llegado incluso un poco más lejos. Aunque eso hubiera significado apartarse de tus intereses reales, dejándote llevar por la tentación de seguir en un terreno que FORBES dominaba… Hasta hacer que bajo los pies desaparecieran las arenas movedizas.

Pero no sólo te regalaba el pasaporte hacia ese país de infinitos paisajes que resultaba ser la ciencia. También era amigo en la medida que tú quisieras serlo, se adaptaba a tus características[1]. Con FORBES resultaba agradable aprender, porque era una cosa que se hacía sin querer, entre risas diáfanas.

“–¿Y tú qué eres? –Yo: pos… pos… ¡posmoderno!” era sólo un ejemplo de las bromas cotidianas entre una inmensidad de inagotables conocimientos. Una figura, el “pato-conejo”, resumía lo subjetivo de las percepciones. Quizá sería la ilustración más adecuada, la metáfora de su paso por el mundo de mis conocimientos.

Se fue, claro: de la UdeS… para ver otros horizontes más amplios, lejos de una barahúnda de mediocridades siempre dispuestas al asesinato. Podéis encontrarle por ahí fuera, publicando e investigando, casi como quien no quiere la cosa.

Pero sus inquietudes no se reducían al ámbito académico. Una muestra de ello es que FORBES llegó a exhibir sus obras plásticas en el Idiota allá por el ’98… No eran precisamente malas. Para mí resultó una forma de justicia estética llegar a comunicarme con FORBES en esta otra faceta. Esto venía a poner un punto de equilibrio en una relación humana. Compensar con arte un débito científico.



[1] Para él eras más que un alumno: eras una persona.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta