Gabino Compadreo era risueño y ojisaltón, tanto si llevaba bigote como si no. Cambiaba de look a temporadas sin que esto alterase su carácter. Gabino Compadreo era una persona con la cabeza en forma de pera, lo que le confería una cercanía humana difícil de explicar.

Sólo conocerle ya te parecía alguien digno de confianza, accesible y agradable. Luego se ponía el disfraz de tipo duro, con el gesto apretado y la mandíbula crispada. Como corresponde a un digno camarero de la zona antigua: lo que Gabino Compadreo era. Alguien que debía lidiar a diario con calañas de todo tipo en su bareto El compadreo… Tú dirás, eran los ’80: aún vivían un montón de indeseables que ya se han ido. Aunque desgraciadamente todavía quedan muchos por marchar…

El local donde estaba el bar El compadreo era viejo, cerrado. No había ventanas, sólo puerta. Además era húmedo. Oscuro pero acogedor, en él se celebraban unos campeonatos de futbolín que zambullían el tiempo libre entre suspiros y cervezas.

Conocí a Gabino Compadreo gracias a Vicente GAMA, que era un habitual. Después Gabino Compadreo y yo tuvimos un montón de encuentros fuera de su guarida: le podía la camaradería y la bonhomía. Si no, a buen seguro me habría partido la cara más de una vez… y no sin razón. Como una noche: ocurrente, le metí el encendedor que tenía sobre la mesa dentro del cubata que se estaba tomando. Tonterías nocturnas sin por qué. A veces acaban mal, pero por fortuna Gabino Compadreo era un tipo curtido, imaginativo y simpático: excepcional.