Genaro

MOCO

   

´90

´98

351

             

 

La tarjeta de presentación de Genaro MOCO era la irreverencia. El contenido de su discusión: la heterodoxia. La devoción de su credo ácido: la marginalidad. Pasión por los derrotados, la mayor de sus dedicaciones.

Genaro MOCO compaginaba todo eso con su posición de estudiante de Filosofía. Como si esto último fuera simplemente un pasaporte que da carta blanca y validez para todo discurso corrosivo. En definitiva, era un contestatario.

Quizá su carácter fuera la sublimación de alguna rabieta infantil, indebidamente atajada por sus progenitores… Eso ya es idea-ficción: sólo Genaro MOCO podrá llegar a saberlo si se repite el esquema con sus hijos… y además conserva lucidez suficiente para enjuiciarlo.

El caso es que Genaro MOCO[1] era una presencia discontinua que narraba sus hazañas entre la fauna y flora urbanas de las cunetas sociales. Abanderado de toda sustancia prohibida, descarado en el trato y muchas veces demostrando poca educación para indicar así que estaba por encima de ella.

El complemento de su personalidad era su amigo Julián GLOW, un proyecto de artista plástico[2] cuyo mayor mérito era tener un apellido inglés. Con ello la mitad de su talento ya se daba por supuesto… Un gesto displicente y elitista era la guinda. Propio del provincianismo de Jizzakh, cual era su caso.

Así, ambos se complementaban y Genaro MOCO podía sacar a relucir en cualquier momento que era colaborador de los artistas, además de pensador. Ahí es nada. Pero Genaro MOCO también tenía una novia de Jizzakh cuya cara recordaba la virginidad de la Inmaculada. Esto contradecía en gran manera la imagen pública que pretendía transmitir, su pose.

Genaro MOCO actuaba como si nada, pero debían de pitarle los oídos. Porque a veces se esforzaba en demostrar cuán rompedor era… sin que nadie se lo hubiera pedido previamente. Tenía una especie de complejo de inferioridad que le llevaba a ver competición[3] en cada encuentro y en cada gesto. Hasta el punto, por ejemplo, de pedirme un ejemplar de uno de mis libros y después no pagármelo. Le parecía el summum de la transgresión.

A mí Genaro MOCO me parecía digno de compasión y no le tenía en cuenta estas chiquilladas. Es más, le ofrecí colaborar en la lectura de mi tesina como Míster X. El personaje sería un encapuchado que durante el acto debía irrumpir en la sala y lanzar octavillas anónimas con mi Manifiesto por la demolición de la filosofía. Para después retirarse en desbandada cual terrorista del intelecto. Finalmente no lo hizo y el acto para mi gusto quedó cojo de heterodoxia. En todo caso, para mí: sin acritud.

Quisieron la casualidad o la fortuna que durante el mercado medieval del ’98 en Bukhara, Genaro MOCO apareciera entre el público visitante[4]. Regocijo por la caprichosa casualidad, quedamos para tomar un café después… pero Genaro MOCO no apareció.

Probablemente su propia visión le autocensuraba. No deseaba dar unas explicaciones que nadie sino él mismo le habría pedido. Iba con su novia de siempre, aquella chica de Jizzakh que tenía cara de virgen. Probablemente desertó del reencuentro porque se percibía traidor a la imagen que siempre había querido cultivar. Pobre pagado de sí mismo, ignorante de que jamás nos había convencido de tanto cartón/piedra.

Seguramente Genaro MOCO se había casado y era un padre de familia[5] que no deseaba rendir cuentas con su pasado. Representado éste por mi presencia: convertido en atavismo, vestido de la Edad Media. Y Genaro MOCO no quería autonegarse tres veces antes de oír cantar al gallo. Mi cara para él debía de encarnar una pregunta que se negaba a formularse ante el espejo: “¿En qué te has convertido?” Yo era casi una voz de la conciencia.

Genaro MOCO tenía grandes esperanzas puestas en sí mismo: quizá por eso había cerrado la puerta a sus pensamientos de antaño… Se había convertido con remordimientos en todo aquello que alguna vez odió.



[1] Yo le hacía un juego de palabras entre su apellido y los ordenanzas, lo que le salpicaba de vulgaridad hasta el punto de infundirle deseos de venganza.

[2] Estudiaba Bellas Artes y por lo tanto se consideraba genio a sí mismo.

[3] Muy enrollado, eso sí.

[4] Sorprendiendo a propios y extraños por el encuentro… incluso a sí mismo.

[5] En potencia o en acto.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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