Hilario

Samarcanda

´87

´90

357

             

 

A pesar de ser yo mismo, Hilario era otro. Una especie de alternativa a mi personalidad. Habitaba mi cuerpo y en ocasiones mi mente, aunque yo estrictamente hablando no estuviera poseído.

Utilizando las imágenes de las que se valen los artistas, podría decirse que Hilario era mi heterónimo. La versión más combativa, reivindicativa y militante de mi personalidad… Aunque ésta por lo general se encontraba luchando en terrenos más sutiles y etéreos, no tan mundanos.

Desde siempre me han atraído los mundos estéticos, aunque a veces formulados de manera peculiar o vanguardista… En ocasiones contestataria. De ahí que antes o después hayan entrado en contacto con el llamado “mundo real”. Es decir, el más inmediato y peregrino, ése aparentemente comprendido por el común de los mortales.

La conexión casi siempre conflictiva de ambos mundos, con intereses tan contrapuestos como irreconciliables, estaba representada en mí por Hilario. Era un puente levadizo entre el “ser” y el “deber ser”[1]. Una conexión en la que a veces, como en el famoso “puente de los espías” de la Guerra Fría, se intercambiaban con más o menos éxito facetas de mi personalidad.

En otras palabras, Hilario era mi nombre de guerra durante las movilizaciones del ’87. Me lo adjudicó Tania Ref. Salvador MAÑO un inspirado día[2] y corrió de boca en boca más que mi nombre oficialmente reconocido…

Hilario representaba la materialización de mi compromiso inmediato, real y efectivo, de cambiar el mundo desde los hechos. Para hacerlo desde las obras o las palabras ya estaba mi otro yo, el literario, al que la realidad siempre le ha exigido paciencia. Aún no había nacido Ernesto Laguna, que ha venido posteriormente para aglutinar ambos… pero como heterófago. Devorándolos por tanto con su nacimiento. A la inversa que en el cuadro de Goya. En esta versión, Saturno siendo devorado por sus hijos.

Pero Hilario era otra cosa. La preocupación por lo inmediato, por ejemplo. Mi condición de representante de los alumnos en el Consejo de Departamento de la Facultad de Filosofía. La vocación, capacidad y afán de plantarle cara a una realidad tan fea como infumable. Hilario se debatía en el terreno de las reivindicaciones ideales de la justicia social… Pero sin tomar más partido por la política que el de seguir sus propias tendencias o intenciones… sin siglas, en una palabra[3].

Hilario representaba algo así como los inocentes y entrañables pañales de una conciencia que despertaba a la realidad en este sentido… o al menos a una faceta de la misma que ya había sido adivinada en las movilizaciones del ’85, pero que no tuvo nombre hasta las movilizaciones del ’87.

Y el nombre era éste: Hilario, con sus correspondientes características diferenciadoras, identitarias. Después, como todas las reivindicaciones de aquella época[4], con el tiempo acabaron diluyéndose, aunque no desaparecieran por completo.

Más bien quedaron aletargadas, esperando tiempos más propicios, aunque no mejores… Por allí, en el ’87, quedó desterrado Hilario. Haciendo barricadas, encerrado en la Facultad de Filosofía, jugando al mus a todas horas, estudiando una carrera como militancia práctica, representando a los alumnos en las instituciones… y haciendo mil cosas más con cantautores y tangos como música de fondo.

Un insecto capturado en ese ámbar juvenil que multiplica todos los colores. Tan conocido y envidiado como fungible e irrecuperable.



[1] Lo que en el caso de Hume se llama tradicionalmente la guillotina.

[2] En realidad empezó como una confusión en su mente. Pero a Tania Ref. Salvador MAÑO enseguida se le ocurrió que éste era mi nombre más adecuado en aquella atmósfera alternativa y enrarecida. Mucho más que el del Registro Civil.

[3] Aunque mis afinidades en este sentido sean más que identificables, aunque puedan rastrearse, por ejemplo, en las presentes Malas memorias al hilo del RE.U. y sus correspondientes experimentos. Pero todo esto es diez años posterior.

[4] Simbolizadas por las Reuniones Generales de Universidad realizadas a nivel estatal.

 

 

Sonido

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