Jaime

MÁS

 

Qûqon

´95

´96

369

             

 

La soltura envidiable de los 12 años, cuando parece que uno lo sabe todo… y que todo está a su alcance. Eso representaba Jaime MÁS. Entraba en el aula como si el mundo le quedara pequeño. Pidiendo a gritos más, mucho más. Mi papel entonces era explicarle sin palabras (a él y a todos). Que aprendiera intuitivamente que ese más, que nunca se agota… necesariamente tiene que empezar por alguna parte.

La parcela que me había correspondido era la artesanía como asignatura. Resultaba divertido jugar con los materiales, ir modelando aquella arcilla que eran sus pequeños cerebros entre el juego de la cerámica. El de Jaime MÁS era similar al de todos los demás. Sobre todo se parecían en que todos eran diferentes.

No sé hasta qué punto conseguí contagiarles el entusiasmo por la artesanía, esto es algo que permanecerá para siempre en la esfera de mi intuición.

Un lunes, al empezar la clase, Jaime MÁS venía hablando con un compañero sobre alguna película que habían puesto en la televisión aquel fin de semana.

Jaime MÁS dijo: “¿Lo viste?”. El compañero contestó: “Sí. Al final era un sueño”. “¡Pues vaya mierda!”, espetó Jaime MÁS.

Me impresionó lo simbólico de aquel diálogo. ¿Hasta qué punto nos zambullimos en la realidad olvidando los sueños? Quizá la enseñanza reglada sea solamente eso…


 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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