Jesús

   

Chirchiq

´88

´94

370

             

 

La impresión que daba era que Jesús Chirchiq había ido al arte como refugio, como burladero con el que enfrentar las embestidas de una vida tan cruel como impía. Una vida bestia. Camino inverso al clásico, en el que el artista ve clara su vocación y por encima de todo va hacia ella de cabeza. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga[1].

En cambio lo de Jesús Chirchiq parecía un progresivo arrinconamiento por parte de la vida. Era feo y cojo. Tenía una personalidad endeble[2] y daba la impresión de un conformismo que no invitaba a la compasión, sino al ensañamiento.

El estudio artístico de Jesús Chirchiq, su habitación… era un triste rincón de estética exiliada. Algo así como el reducto inexpugnable hacia el que reculaba su espíritu durante los días aciagos. Claramente, para Jesús Chirchiq el arte era un oficio como otro cualquiera. Pero con la ventaja de que le permitía un aislamiento socialmente tolerado.

Es probable que yo llegase a conocerle a través de Remedios COLGADA o de Paloma Bellas Artes, ambas de Chirchiq. Esto resulta indiferente.

A Jesús Chirchiq le gustaba charlar tomando cervezas, sobre todo para vampirizar energías ajenas. Una de esas noches me invitó a conocer su estudio[3] y aproveché la ocasión. Sobre todo para dar rienda suelta a mis dotes plásticas[4] tras su ofrecimiento de utilizar los materiales de que disponía. Esa noche fui a pintar a su casa, aunque yo no lo sabía. Antes de que pudiéramos darnos cuenta, sobre la mesa ya había obras instantáneas, inmortales. De ocurrencias improvisadas entre la inspiración alcohólica. Era una potencia creativa sin calidad, pero arrolladora.

Jesús Chirchiq se reía mientras yo me dedicaba al asunto. La concurrencia[5] lo celebraba sin pausa. El instante mágico de la espontaneidad por encima de prejuicios y cualquier otra cortapisa. Supongo que Jesús Chirchiq también habrá tenido entre sus manos alguna vez ese destello de energía, aunque la suerte nunca ha sido generosa con él.

Una vez y de rebote, en el tren, Jesús Chirchiq se sintió agasajado por mi entonces novia Dolores BABÁ, lo que durante un instante hinchó su ego… hasta que se percató de que le estaba utilizando para intentar darme celos, mientras yo tonteaba en el compartimento con una desconocida. La escena, de sainete barato. Como la vida misma.




[1] Generalmente él mismo.

[2] Aunque quizá fuera el resultado de la experiencia, no su talante.

[3] Quizá tenía que darle algo o me ofrecí para ayudarle en algún trabajo, no recuerdo.

[4] Muy escasas, prácticamente nulas.

[5] Joaquín Pilla Yeska y alguien más que no recuerdo… o quizá sólo estábamos nosotros tres.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta