Hasta donde yo sé, Jesús Morros era el compañero de clase ideal. Cercano, buen humor, amigo, confidente, dispuesto a mejorar siempre el ambiente… Por lo tanto, apuntándose sin problemas a cualquier fiesta. O convirtiendo en fiesta la vida en cualquiera de sus facetas.

Como estaba estudiando Biología, caía bajo el ámbito de influencia de Andrés GHANA y Agustina HUMOS. A Jesús Morros siempre le vi sonriente, dedicado a partes desiguales al mundo reivindicativo y al académico. Sin duda luchaba por lo que creía justo, pero sin descuidar sus obligaciones.

Por así decirlo Jesús Morros era el ideal de la mentalidad que correspondía a su edad y a su tiempo. De hecho, entre sus compañer@s de clase siempre era una referencia. Cuando el grupo se planteaba hacer algo, siempre se pensaba en Jesús Morros. Si podría llevarlo a cabo, si le parecería bien… Se le tenía en consideración no sólo por lo que pensaba o por su actitud. También porque era un apoyo fundamental, un elemento indispensable. Cualquier idea sin Jesús Morros parecía coja, descafeinada, desinflada, falta de fuerza.

Pasó de la misma forma que pasa una carrera universitaria en la vida. Cuando está, parece imposible poder vivir sin ella. Cuando ya ha terminado, un aprendizaje sin parangón. Una fortuna inexplicable.

En el recuerdo, algo más amable que el presente. Algo prometedor, porque era todo potencia.