De Joaquín SUMA recuerdo su risa diáfana, su camaradería. Y una charla en mi casa, allá por el ’85, confesándonos respectivamente nuestras vocaciones. Le dije que para mí la filosofía sólo era un itinerario hacia la literatura como arte mayor. Para Joaquín SUMA, en cambio, era un fin en sí misma.

En mi memoria está grabado un gran momento de charla con Joaquín SUMA en La discusión, tomando un té… Sólo era un rato de intercambio de opiniones, cachondo y sincero, allá por el ’87.

Años más tarde, habiéndole perdido la pista por completo… corroboré su vocación docente. En las vitrinas del Ministerio de Educación en Qûqon el ’95. Su nombre estaba allí, entre la lista de los profesores interinos de Filosofía para aquel año… como recordándome que Joaquín SUMA seguía existiendo, peleando en medio de la jungla laboral.

Ojalá todos los filósofos fueran tan cristalinos, diáfanos y buena gente como Joaquín SUMA.