José César

 

Carpintero

 

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José César Carpintero te miraba siempre con una sonrisa comprensiva, aunque a la primera de cambio se declaraba escéptico… Tanto como puede llegar a serlo un licenciado en Filosofía: es decir, mucho. José César Carpintero desprendía un aura de complicidad que iba más allá del gremialismo. Era casi una cercanía espiritual. La que puede habitar entre quienes comparten una visión del Universo en la que no cabe el desencanto, sino la comprensión… y el compromiso.

Por lo que sé, José César Carpintero nunca llegó a abandonar su condición de carpintero. A pesar de empezar a estudiar, primero; a pesar de haberse licenciado, después. Yo le tenía un poco idealizado por aquello de que pertenecía a alguna promoción anterior a la mía. Pero también porque su paz, su comprensión, su condición de carpintero, me hacían verle como una especie de Jesucristo redivivo. Como si se hubiera decidido a mezclarse con pobres mortales como nosotros en la condición de filósofos todos.

Resultaba tan evidente que José César Carpintero era buena persona… Probablemente por eso era reservado. Para mantener la distancia justa que le permitiera salir indemne. Es sabido que la gente normal suele aprovecharse de este tipo de personas. Solemos hacernos los fuertes sólo porque creemos que abusar nos hace superiores.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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