Josema

 

  Samarcanda

´86 

´99

  377

             

 

En cuanto yo asomaba la cabeza por la puerta del local y sabía que Josema podía oírme, le gritaba: “Josemaría… ¡pa’ ti las tuyas y pa’ mí las mías!”

Una carta de presentación que presuponía complicidad. La de compartir el múltiple significado de cualquier palabra o expresión. Más allá de polisemias académicas, con Josema había una convibración en la misma longitud de onda. La base siempre era el humor, la ironía, el lenguaje nocturno. Entre una copa y otra, Josema preguntaba, como al descuido: “¿Vais p’allá, luego…?”, era otra andanada en la línea de flotación comunicativa, sin duda.

Se daba por supuesto mucho más de lo que se decía. El vapor de la música invadía el ambiente, mientras empezaba a degustarse por el olfato el alcohol que Josema ya estaba sirviendo… Si pudiera calcular las copas a las que llegó a invitarme Josema a lo largo de sus años de camarero, seguro que me asustaría. Simplemente el listado de garitos en los que trabajó Josema es capaz de llenar antologías: Antiguo, El chaval ligur, Beatriz… sólo por hablar a bote pronto.

Cuando por la imaginación se me pasaba la idea de hacer la llamada por Valentín Hermano “ruta de amiguetes”, Josema estaba en cabeza de lista. No sólo por su complacencia en el cobro y su ausencia. También sus ojos vivarachos, su franca sonrisa, la imaginación audaz e irreverente… Eran infinidad de combinaciones posibles. Un refugio para mi conciencia en la inmensa estepa de la noche maracandesa.

Daba igual que fuese de pueblo, que no hubiera estudiado… Josema era una lección de vida. Esto es lo que me hace forever young: dentro de 20 años recordaré algún momento de hoy, pero no podré elegirlo… Igual que hoy recuerdo aquella noche en la terraza del Antiguo, Josema sirviéndome un whisky inmenso… sin saber que aquel momento, por ejemplo, se quedaría anidando en mi memoria para siempre. Conservando el pasado al vacío… De aquel whisky sólo recuerdo un mareo. Fui incapaz de terminarlo, era de todo punto un exceso. Sin duda una prueba a la que Josema me sometió, travieso… esperando verme caer redondo al suelo.

De sus infinitas peripecias como camarero consiguió unos ahorros y montó una tienda étnica con Virginia Ref. Josema, su novia de entonces… No sé cómo saldría el asunto, un negocio con luz del día.

En el recuerdo le veo años antes, llevándose regalado el sofá de casa de mis padres. Para el piso “de estudiantes” en el que vivía. Una estampa costumbrista para una ciudad en la que nunca se pone la luna.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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