JR

  Sirdaryo

´85

´96

397

         

 

Ante todo, JR era una buena persona. De ésas de las que suelen aprovecharse los curas sin ningún remordimiento ni escrúpulo, máxime cuando (como es el caso) caen en un terreno propicio para sus tropelías.

Le conocí en el ’85, al empezar la carrera. Enseguida, al año siguiente, nuestra relación se fue haciendo más estrecha. A raíz de la Lógica y sus dificultades, porque organizamos un grupo de estudio de unas siete personas, coordinado por JR. Horas interminables, jornadas maratonianas de problemas, ejercicios, enunciados, leyes… bajo la supervisión de JR. Él había llegado a la Facultad de Filosofía tras estudiar Exactas, lo que le daba una autoridad y una facilidad en la materia que compartía con los demás generosamente. Gracias a él pude salir adelante con la asignatura. No sólo eso: también comprendí la aplicación que tiene la Lógica para la Filosofía y la integré en mi manera de pensar y argumentar, casi sin darme cuenta.

Si a esto añadimos las infinitas horas de clases particulares que llegué a impartir a algunos de mis compañeros de promoción, pero también a alumnos de Secundaria e incluso universitarios[1]… tengo que concluir en justicia que mi deuda con JR es impagable.

Pero quizá esto, con ser importante, sea lo de menos. Para mí tiene mucho más valor la carga humana. El aprendizaje vital que me supuso haber llegado a conocerle. Ya en el ’85 JR estaba decidido a encaminarse hacia el mundo religioso. Por entonces empezó también a estudiar Teología.

Nunca he querido tener prejuicios tales que pudiesen apartarme de personas como JR por el mero hecho religioso[2]. Algo de lo que me alegro infinitamente. Ni cuando JR llegó a ser secretario del obispo le retiré la palabra[3]. Como tampoco lo hice cuando, años después, JR iba a oficiar llevando por la calle “un maletín lleno de hostias”[4].

Ante todo, para mí como para cualquier biennacido, JR era una gran persona. Si quiere decirse con lenguaje de la época: un tío de puta madre.

No sólo compartimos impagables conocimientos en el mundo de la Lógica. También tuvimos eternos momentos de tabaco, borrachera y ante todo muchas risas. JR compaginaba comprensión, empatía, imaginación y un aprendizaje vital envidiable. Como forma de agradecimiento, en un arrebato le regalé todo mi fondo bibliográfico de Hermann Hesse, su mayor afición literaria. Aún así jamás llegaré a compensar todo lo que supuso su aparición para mi experiencia vital.

JR era un ángel, sin duda. Mi alma entonces era como su celda: abigarrada, original, humilde, desordenada y con sólo una ventana[5] por la que entraba el sol una vez al año.

Cuando compartía piso, JR dormía en un colchón fino, sobre el suelo, con el nombre de Yahvé alrededor. Era un asceta. Después, ya en el seminario, continuaba igual. Más allá de la materia. En infinidad de cosas era mi ego alternativo, aunque nuestras vidas discurrieran por infiernos tan distintos. Siguió su camino, firme, más allá del tabaco y el café[6]. Más allá de una Carmen Patatera que siempre quiso ser su pareja y por eso mismo se autocondenó a vivir al margen de su vida. JR era de otro planeta. Inmaterial, incomprensible para las almas cargadas de puñetas.



[1] Con los consiguientes dividendos económicos que me reportó el hecho.

[2] A pesar de la inevitable alergia que me provocan.

[3] Precisamente. Igual que en el cuento El banquero anarquista de Pessoa. Por haber sido amigo de un cura que a su vez era el secretario del obispo… soy más anticlerical. Con conocimiento de causa.

[4] Según palabras de Valentín Hermano.

[5] Pequeña, estrecha, larga y alta.

[6] Ambos los devoraba sin mesura.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta