Lidia

 Pusilánime

 

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Su hermano era un gran dibujante. Ésta fue la presentación de Lidia Pusilánime tal como me la hizo Nito. La apariencia de Lidia Pusilánime era casi una excusa: flaquita, morena, apocada, comedida. No es que fuera el típico caso de “quiero y no puedo”… porque ni siquiera llegaba al “quiero”.

Físicamente era mona, algo guapita pero sin llegar al bellezón. Su personalidad transmitía inmediatamente un halo de problemática en las relaciones humanas, de atormentada. Una de esas personas que atrae y repele a partes desiguales. Como si estuviera necesitando un revulsivo que le hiciera dar un paso adelante y… ¿quién sabe? quizá también se decidiera a dejar de estudiar Psicología. Porque en el caso de Lidia Pusilánime, como en muchos otros estaba claro que pretendía hacerse la terapia a sí misma para ahorrarse el especialista y al mismo tiempo conseguir un título universitario.

Por todo lo anterior a mí me inspiraba ese apodo de pusilánime que, lejos de ser vejatorio, pretendía despertar algo en su interior que quizá ni estuviera… o permaneciera dormido. Nunca lo supe, continuó siempre tras el parapeto de la media sonrisa que blande quien no desea ser importunado. No como Nito, que cada vez que oía de mis labios la palabra “pusilánime” se partía la caja sin desdoro.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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