Lucas

Primo

Farghona

´64

´99

477

           

 

Entre Lucas Primo y yo hubo infinitos encuentros y desencuentros. Tan cercanos y tan lejos nos encontrábamos en un plano no material. Algo así como una relación guadiana.

Durante mucho tiempo estuvimos lejos a pesar de la cercanía de la sangre. Al principio era normal, porque su familia vivía en Farghona. Pero después, desde que empezaron a vivir en Samarcanda… sin duda había algo de enfermizo en una separación que a veces duraba meses, para dos familias separadas por sólo 300 metros. Más tarde la etapa de silencio. Unos años sin hablarnos tras la muerte de Merlín Abuelo[1].

Al fin todo volvió a su cauce, a una relación “normal” entre las dos familias. Todo lo normal que puede ser la distancia, la diferencia clasista para el orgullo de la mentalidad elitista y religiosa, casi mística que enorgullecía a mis tíos. En todo caso fueron cayendo los años. Lucas Primo y su hermano Pablo Primo entraron en la rebelión adolescente contra sus padres. En su caso dicho conflicto se vistió de heavy.

Alejarse de sus padres por ruptura generacional y acercarse a mí fue paralelo. Para Lucas Primo aquello fue un crecimiento inmenso, porque después su personalidad tomó un rumbo nuevo. Aunque entre nosotros dos la comunicación era buena y fluida, no era frecuente. Quizá por temor a que al exprimir todo su zumo se perdiera la magia de la naranja. Lucas Primo continuó sus derroteros, que los meandros de la vida quisieron que en parte confluyeran con los míos.

Tras terminar sus estudios de Filología inglesa, Lucas Primo se interesó por la filosofía[2] y la literatura. Sin duda, transitábamos los mismos espacios, aunque con vestimentas distintas. Borracheras en su casa mientras sus padres (mis tíos) estaban ausentes, complicidades y guiños artísticos e intelectuales… Finalmente hemos habitado muchas veces el mismo plano de la realidad, aunque quizás a horas diferentes.

Durante algunos años Lucas Primo vivió en Chicago[3] y entonces nos perdimos la pista. No obstante, tras su regreso, algunas veces hemos seguido en contacto. En el mismo plano pero en diferente planeta. Sigue como profesor, ahora en Uzbekistán: escribe con frecuencia y calidad, aunque nuestro estilo y nuestro público no sean los mismos. A Lucas Primo (el rey del gerundio diminutivo) le diría: “Lo hemos intentado, pero probablemente no somos tan distintos de nuestros padres… Como nuestros hijos no lo serán de nosotros”.

Incluso durante una temporada coincidimos. Publicando en Los cuadernos del Soplagaitas. También participó en concursos de La Tapadera… la indiscutible calidad de sus letras sigue vagando por el mundo literario, exiliada por falta de padrinos y exceso de calidad. Dos errores imperdonables en ese mezquino mundillo.

A menudo nos hemos encontrado en la órbita de la prosa[4], pero sin vernos la cara… Quizá sólo son nuestras respectivas letras quienes se saludan, cómplices. Más allá de pasado y familia, entre nosotros persiste una comunicación indescriptible, intangible… Como la que suele darse entre espíritus afines.




[1] Según contaban en mi casa, por cuestión de un abrigo de duelo.

[2] Lo que nos acercó al menos en cuanto a intereses intelectuales.

[3] Ya casado. Con su mujer, su hija y su disfraz de persona normal.

[4] Esa inaprehensible dimensión de la realidad.

 

 

Sonido

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