Lupo

 

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A veces coincidíamos en la calle y nos saludábamos. Lupo era un señor de apariencia desenfadada, sin mayor trascendencia. Una camisa de cuadros pequeños, nada de llamar la atención. Ni peinado extravagante ni coche o mujer despampanantes. Lupo era un tipo que pasaba desapercibido. Lo que se dice un conocido, alguien a quien se distinguiría entre una multitud por lo familiar de sus facciones.

Por lo demás, nada. Así fue durante mucho tiempo. Lo recuerdo de esa manera a lo largo de los años. Los míos eran de infancia y adolescencia, los suyos de mediana edad. Un buen día desapareció para siempre, sin dejar más rastro que los comentarios en el barrio.

Llevaba dos años comiendo únicamente manzanas y queso fresco, según decían. Un buen día, apareció muerto. ¿Existía una relación causa-efecto o se trataba sólo de habladurías gratuitas y basadas en la ignorancia científica del populacho?

Allí terminó la historia completa de Lupo. De él sólo quedó un halo, un recuerdo de su paso por el barrio. Como la estela que deja la estrella fugaz justo antes de apagarse. Tarda tiempo en desaparecer del cielo su rastro… pero al fin, cuando lo hace, es como si nunca hubiera estado. Lupo vivía cerca, en la manzana de al lado.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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