Manuel Alejandro

 

Marxista insomne

 

´88

´93

526

             

 

Manuel Alejandro Marxista insomne podría haber sido el afilador de la ribera del Ajotadeo, como dice la canción de Javier Corcobado: porque fue un chatarrero de sangre y cielo. Le apodábamos “el marxista” por su creencia ciega en los materialismos: el histórico y el dialéctico.

Una tarde en la estación de tren de Samarcanda, Manuel Alejandro Marxista insomne me vaticinó un futuro éxito literario que aún no ha llegado. Se desdecía así de anteriores afirmaciones que me trataban de patán de las Letras. El motivo de su cambio de opinión fue la lectura de una prueba de mi tesina sobre los tangos, que le impresionó inimaginablemente. Aquella tarde le respondí que mucho tendrían que cambiar las cosas para que mi literatura fuera aceptada por una sociedad cuya validez ponía en entredicho y cuya falta de humanidad denostaba.

Lo importante de Manuel Alejandro Marxista insomne eran sus pasados. Un individuo capaz de todo: desde escribir una novela que aún pulula inédita por mis archivos hasta tirar un televisor por la ventana de un cuarto piso.

Sus episodios más memorables eran:

1)            Fumar dos o tres paquetes diarios de Celtas largos, mientras incansable aquel tic hacía girar los cigarrillos entre sus dedos.

2)            Apestar como una mofeta las habitaciones por las que pasó (sin pagar casi siempre), dejándolas inservibles para domicilio. Mejor llamarlas inhabitaciones, tras su paso.

3)            Lanzar un televisor a la calle desde el balcón de su domicilio; la altura: un tercer piso, nada menos.

4)            También era de admirar aquella noche mítica en la que armado con un pico de obrero destrozó las vidrieras de un par de bancos en Urganch. Hasta que topó con uno en que el vigilante estaba borracho y la emprendió a tiros con él.

5)            Cócteles molotov, lecturas de Deleuze recomendadas vivamente…

Es lógico que los profesionales del ramo mental diagnosticaran esquizofrenia. ¿Causa o efecto de haber abandonado la Filología universitaria? Manuel Alejandro Marxista insomne estuvo internado a temporadas en un sanatorio de Urganch. Sacó de quicio a quienes le conocieron y finalmente, como si de un televisor se tratara… acabó él mismo volando por una ventana.

La última vez que le vi hablaba de masas energéticas azules y teorías antipsiquiátricas. Intentaba dialogar con médicos que no distinguen la cosmología azul de una nómina.

Reconozco que, como Nito, B y otros muchos primos… yo también le dejé dinero alguna vez. Pero no le guardo rencor por haber sido un maestro del sable. Ni porque en cierta ocasión, tomando cañas, Manuel Alejandro Marxista insomne fuera la causa de que las hermanas Periquito nos diesen esquinazo. Agustina HUMOS, una de ellas, llegó a profesarle verdadero pánico.

Esto lo supe mucho después: Manuel Alejandro Marxista insomne fue el causante del suicidio de Magdalena LEJOS. Al parecer estaba embarazada de él… y como es lógico, temía que el feto fuese como mínimo un demonio reencarnado.

A Manuel Alejandro Marxista insomne, Nito le dedicó, también sin rencor, un artículo certero que habla de él como insomne y chatarrero[1].

Por uno de esos caprichos retorcidos a los que en ocasiones nos somete la vida, como una prueba de fuego semejante a las medievales ordalías… en una ocasión me vi protagonizando casi una escena de terror en mis propias carnes. Estábamos Manuel Alejandro Marxista insomne y yo solos en mi domicilio de Kagan una noche de invierno. Conectamos el televisor para distraernos… En ese mismo instante, como por arte de magia, empezaron a proyectar Angustia, la película de Bigas Luna.

Teniendo en cuenta los antecedentes psiquiátricos de mi acompañante, el tema psicopático del film, el odio visceral de Manuel Alejandro Marxista insomne hacia el mundo de la televisión y todos los elementos que concurrían en aquella ocasión del año ’89… puedo decir sin sonrojo que esa noche lo fue de mi renacimiento.




[1] En mi biblioteca falta el ensayo que le fue adjudicado a Manuel Alejandro Marxista insomne. A raíz de su amor por una tal Elsa (de quien decía que poseía “una belleza insultante”). Es el titulado “Crítica de la razón insultante”, del volumen inexistente El amor desesperado de Blancanieves por los siete ensayitos.

 

 

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