Marina

PATA

   

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Algunas personas tienen una definición cabal circulando por la sabiduría popular casi por casualidad. Éste era el caso de Marina PATA, que podía identificarse exactamente con la archiconocida expresión “ser más simple que el asa de un cubo”. Un poco por su manera de ser natural, otro poco por la educación que había recibido y un poco más allá por las experiencias que jalonaban su vida… El resultado era una persona que disfrazaba la simplicidad de su vida cotidiana tras el parapeto de la calma.

De hecho, la aparente receptividad que parecía traslucirse en su gesto a la hora de integrar sucesos o conocimientos en su bagaje, no era otra cosa que incapacidad para asimilarlas. Tras ese primer golpe de vista que sembraba en el interlocutor una extrañeza propia de lo inacostumbrado, únicamente se escondía el vacío. Lo simple se vestía con el traje de búsqueda de lo primigenio. Lo superficial que residía en la incapacidad que Marina PATA tenía para formar parte del mundo de los vivos: al menos, de los intelectualmente activos.

Marina PATA era el típico ejemplo que ilustra cómo tras una mirada interesante puede no haber nada, en el sentido más completo de la palabra. A veces me carcomía la duda sobre mi percepción de Marina PATA: si sería acertada o no… al fin y al cabo era la pareja de Cristian BARRA, un tío que tras la paz de su apariencia guardaba infinitos resortes secretos. De una conciencia tan compleja como interesante. ¿No podía ser que paralelamente Marina PATA fuera un cofre de sorpresas? Pero enseguida: un par de diálogos con ella me sacaban de la duda.

Por si esta serie de datos resultara insuficiente, la de Marina PATA era una de esas casas en las que resultaría sórdido que pasara algo interesante, pero no al revés.

Por naturaleza Marina PATA se rodeaba de sus iguales. Un chavalito que hacía herramientas de madera para modelar arcilla y su japonesa novia, que soplaba tinta sobre el papel para dibujar arbolitos con su aire… Compartían con Marina PATA la capacidad para reducir la realidad a lo simple, en lugar de hacerla despegar desde ahí.

Pero claro, Marina PATA era estudiante de la Facultad de Bellas Artes y eso le otorgaba el beneficio de la duda. Una duda que se disipaba enseguida… por mucha maestría que tuviera, por ejemplo, en insinuar aromas. Así fue una de sus exposiciones académicas. Infinitos disfraces para ocultar un vacío esencial, la pura y dura Nada.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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