Mario

Benedetti

 

Uruguay

´91

510

           

 

La presencia física de Mario Benedetti ya era cercanía… aunque estuviera en medio de una sala abarrotada y se encontrara a una distancia suficiente para que su figura se confundiera con el entorno[1]. Camuflada entre una multitud devota que le aclamaba, rendida a sus pies. Pero aquella distancia no conseguía empequeñecerle. Sus palabras le agigantaban mucho más allá del discurso… gracias a ellas, penetraba en las conciencias de todos los presentes: incondicionales como éramos de su militancia[2].

Aquel día del ’91 Mario Benedetti demostró ante todos los presentes que había múltiples razones para defender la literatura más allá del mero divertimento. Está cargada de ideología de una forma tan natural como inevitable.

Escuchar la lectura poética de Mario Benedetti era tanto como declararse partidario de su credo comprensivo. Asistir a la evolución de su discurso, sinónimo del aplauso atronador que lo siguió tras aquella amistosa charla. Cuentos, poemas, palabras sin más: improvisadas, naturales, inmensas… llenaron aquel rato de una manera tan adecuada como envidiable.

No hablé con él directamente, por supuesto. Ni se me ocurrió intentarlo, teniendo en cuenta la inmensidad de acólitos y devotos que le rodeaban. Pero la cercanía de sus palabras me hizo sentir que Mario Benedetti sí, lo había hecho conmigo.

Sentí como si aquel día no se hubiera tratado de un discurso público, sino de una conversación confidencial que hubiéramos tenido Mario Benedetti y yo en privado: de tú a tú. La sensación que mi memoria asocia a la experiencia de haberle escuchado se acerca más a lo doméstico que al ampuloso acto, al baño de multitudes. Sin duda, la primera lección que acompañaba la presencia de Mario Benedetti era la humanidad como virtud. Por encima de cualquier otro interés o circunstancia.

A veces, cuando me vence o se apodera de mí la misantropía… evoco su figura entrañable. Su sonrisa tras el amigable bigote y bajo sus ojillos de ternura… desarman todos mis argumentos: y no son pocos.




[1] Como era el caso aquel día.

[2] Porque incluía declaración estética del mundo, pero también compromiso político y lucha cotidiana contra la injusticia.

 

 

Sonido

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