Miranda Joanna

 

Diver

 

´87

´88

502

             

 

Miranda Joanna Diver era el complemento ideal como contertulia. Charlábamos ante un café en el bar Manolo, tras haber estado toda la noche encerrados en la Facultad durante las movilizaciones del ’87. Sus ojos azules transmitían la misma serenidad que cabe en el mar. Una sonrisa fácil los acompañaba siempre… entre rizos rubios y lacios.

Estudiaba Pedagogía. Precisamente por eso Miranda Joanna Diver era la compensación para tantas ínfulas que tenía yo como filósofo. Su presencia consiguió resumir aquel día toda esa época durante la que ambas titulaciones compartíamos edificio… algo que para mí resultaba un planteamiento ideal de cara a la vida real.

Sacar a la filosofía de su perjudicial torre de marfil se conseguía así de una forma óptima.

Ahora ya está perdido este contrapunto. Desde arriba interesan mucho más los compartimentos estancos, la incomunicación. Para Miranda Joanna Diver todos estos problemas no existían, si acaso eran una cáscara vacía. Jugar a las cartas en los encierros o comer un pastelito con el café a la mañana siguiente. Eso sí era realmente dulce e importante.

Durante años presidió el cabezal de mi cama aquel recordatorio. Una pegatina que me entró de regalo en uno de aquellos pastelitos: ponía DIVER en letras verdes, transparentes y rellenas de espuma. Entre otros muchos símbolos herméticos de ilusiones y frustración que jamás he vuelto a experimentar como entonces. Entre insomnios hormonados y esperanzas de un futuro aún no contado.

Para mí Miranda Joanna Diver se quedó con ese apodo para siempre. Ni sé su apellido ni volví a verla jamás después del ’88.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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