Nada

 

    Tashkent

´98

 ´99

444

             

 

¿Cómo acabó Nada desembocando en Samarcanda? Imagino que los múltiples rebotes que convierten la vida de una persona en una partida de billar[1] hicieron que finalmente Nada diera con sus huesos en un paisaje de provincias con la suficiente carga atractiva para tentarla a reposar de su hasta entonces endiablado ritmo de vida. Ése del que hacía gala recordando sus viejos tiempos en un Tashkent semejante a la capital de la Movida.

A eso se reducía todo el currículum vitae de Nada. Aparecer en la foto-portada de un disco de un personajillo famoso y sin talento, que escarceaba en el mundo de la música. Allí estaba Nada, luciendo palmito, disfrazada de modernilla.

Habían pasado casi 20 años y el bagaje intelectual de Nada consistía en eso. Nostalgia del cartón-piedra, ni más ni menos. Pero ahora eran los ’90 y estaba en Samarcanda, dedicada a su pasión: la fotografía. Había abierto una tienda con la que sobrevivía más o menos, a partir de la que podía permitirse los desparrames nocturnos que la dificultaban corporalmente para abrir la tienda al día siguiente.

Como las carencias intelectuales de Nada[2] no le permitían moverse en ámbitos del saber, se dedicaba a ese tolerante cul-de-sac que denominan arte… Haciendo en el sótano de su misma tienda exposiciones y talleres, salpicados con algo del siempre socorrido esoterismo.

Alguna vez colaboró conmigo en La Tapadera y llegamos a realizar alguna actividad conjunta, pero nos movíamos en diferentes planos de la realidad, aunque ambos fueran alternativos[3].

Nada era simpática y campechana. Le tentaba el universo artístico aunque sus escarceos más importantes se dedicaran al alcohol y las drogas, no a la estética… al día siguiente de cada noche intentaba otra vez reinsertarse, reciclarse para el mundo de los vivos. Por lo general sus lucideces sólo eran espejismos de buena voluntad. Cotidianamente Nada volvía a caer en las trampas que se ponía ella misma. Incapaz de salir de aquella fotografía de una juventud idealizada… Sin saber ni querer saber que sólo era un destello fantasmal, un espejismo perdido en el tiempo.




[1] Enlazando con la metáfora empirista sobre la causalidad de Hume.

[2] Infinitas para un cerebro maltrecho que nunca había llegado siquiera a tener conocimiento.

[3] O los dos formaran parte de la Samarcanda alternativa.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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