Natalia Montada formaba parte del contingente del relevo generacional. Era de una promoción posterior a la mía. En el grupo del que formaba parte se encontraba Fermín ALUBIA, como una especie de gurú que la Facultad de Filosofía se había empeñado en legarle a estas pobres gentes. Al pertenecer a otra mentalidad[1] y otra generación, se dejaban deslumbrar fácilmente por las apariencias o las histriónicas aportaciones del susodicho Fermín ALUBIA.

En esencia, la manera que tenía Natalia Montada de acercarse a la filosofía era muy semejante a la que pueda tener un estudiante de márketing cuando empieza a familiarizarse con la publicidad y los estudios de mercado. En otras palabras: si Natalia Montada hubiese tenido cerebro, éste habría estado infrautilizado… pero todo indicaba que no era el caso. Diluía sus jornadas en la Nada como un azucarillo que se deshiciera entre las moléculas del agua.

Íntima de Sofía ACIAGA, también tenía sus escarceos sexuales con la misma pandilla. El carácter pizpireto de Natalia Montada y su cara de alumna de colegio de monjas recién llegada al mundo de las hormonas, supongo que la hacían parecer atractiva ante los ojos de aquel mundillo de salidos con afán intelectualoide. Puede que su mentalidad fuera más allá del mecanismo aprobar-estudiar[2]. Si así fuera, nunca llegaremos a saberlo.