Negra de Angren

 

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Recuerdo cómo una de las noches típicas del ambiente propio de Angren iba consumiéndose. Yo peregrinaba, frecuentando los antros típicos, Los túneles… aquellos pubs localizados en el sótano de la plaza. Durante una de las inolvidables veladas en las que disfruté el incomparable víacrucis que significaba recorrer los bares como estaciones de sufrimiento… coincidí con la Negra de Angren en uno de los garitos.

No recuerdo su cara. Sólo la sensación de su belleza inmaterial, etérea, inaprehensible. En una palabra, sublime. Me sentí atraído por ella, independientemente de su raza. Pero para los habitantes de la zona sí que era importante, casi folklórica, la condición de su piel negra. Yo sentía que nos separaba un foso inmenso, pero no por eso insalvable. Aquella noche alguien1, refiriéndose a la Negra de Angren, mientras la mirábamos me dijo: “Igual es mucha tía para ti”.

Nunca me he considerado un superhombre, ni siquiera superior a nadie. Pensé que quizás tenía razón, que por mi parte fuera pretencioso un acercamiento… Así que en la mera contemplación quedó la cosa.

Ni siquiera llegué a saber cómo se llamaba. Puede que si hubiéramos hablado me hubiera dicho que tenía un hijo, como comentaban. No era miedo ni complejo de inferioridad lo que me impidió acercarme a ella. Como máximo, la certeza de que sólo le habría aportado más problemas de los que ya seguramente tendría, rodeada de aquel ambiente asfixiante.

 

 

1 Creo que era una amiga suya quizá su pretendiente lesbiana, intentando apartarme como competidor.

 

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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