Paco 

Huevo Duro

Samarcanda

 ´88

 ´99

 668

 
             

 

El de Paco Huevo Duro era un espíritu inquieto y creativo. Cualquier cosa que a uno se le pudiera ocurrir hacer, probablemente ya había sido ocupación de Paco Huevo Duro alguna vez antes.

Allá por mis 10 ó 12 años coincidimos en los Franciscanos, pues recuerdo vagamente que era compañero de clase de Valentín Hermano. Ya entonces Paco Huevo Duro apuntaba maneras innovadoras. Distracciones varias para intentar hacer algo amenas aquellas mañanas infumables bajo los auspicios de los curas. De entonces procedía una clave secreta con la que comunicarse clandestinamente. Estas ocurrencias infantiles en Paco Huevo Duro nacían a centenares. De ahí que no pasara desapercibido. Por eso aún estaba en la memoria de Valentín Hermano cuando la suerte quiso, 20 años después, que Paco Huevo Duro volviera a mi vida.

Su aparición fue paulatina. En un principio sólo era casualmente el novio de Claudia Ref. Paco Huevo Duro, una especie de apéndice de la belleza, un añadido para ella. Después se separaron. Claudia Ref. Paco Huevo Duro siguió por otros caminos, pero Paco Huevo Duro se quedó.

Al llegar el asunto de La Tapadera, Paco Huevo Duro estaba ahí más que nunca, colaborando de mil maneras impagables: materiales, ayuda, consejos, impartir cursillos… a veces parecía que Paco Huevo Duro podía hacerlo todo. Y así era, pero de una forma algo especial, rara: como desimplicada o cargada de desencanto. Cuando Paco Huevo Duro hacía algo… no había pasión ni magia, sólo técnica y mecanismos.

Nunca supe por qué Paco Huevo Duro era así. Sólo encuentro una explicación más o menos esotérica, que puede no corresponder en absoluto a la realidad: pero ¿qué realidad? No sabría decirlo. Era algo así como un recubrimiento de plástico que hacía a Paco Huevo Duro ajeno a todo. Un condón que le impedía fertilizar la realidad.

La fortuna le había otorgado un privilegio: sus padres no le negaban nada, por lo tanto cualquier experimento estaba a su alcance. Esto lo aprovechaba inmensamente, podría decirse que las actividades de Paco Huevo Duro no tenían limitación física. Desde la cronolita hasta el vinilo, del ácido bórico a las imprimaciones… todo estaba a su alcance, Paco Huevo Duro se desenvolvía entre la materia con un desparpajo increíble, facilidad inmensa. En La Tapadera, por ejemplo, hizo el techo del baño con placas de escayola. Pero también aportó su ampliadora para el laboratorio de fotografía, materiales como el ácido bórico…

Paco Huevo Duro hacía a todo. Por eso no es de extrañar que acabase recalando en la Facultad de Bellas Artes, donde también coincidimos. Paco Huevo Duro llevaba ya varios años en ella cuando yo llegué, así que gracias a sus orientaciones, consejos y apoyo… pude salir adelante en muchas asignaturas.

Para esta época, el ’98, Paco Huevo Duro ya estaba bastante asentado existencialmente: lejos de las aventuras juveniles que compartió en su día con Claudia Ref. Paco Huevo Duro, aunque ahora estaba acompañado por Marina Ref. Paco Huevo Duro. En su infinita comprensión como psicóloga (es una ironía) Marina Ref. Paco Huevo Duro había sido capaz de reconducir las energías que desde siempre han latido en el interior de Paco Huevo Duro… o al menos de amortiguarlas y/o civilizarlas.

En el argot taurino el concepto resulta inmejorable. Paco Huevo Duro estaba “entregado”, resignado a una suerte de agujero negro que se había cruzado en su vida. Marina Ref. Paco Huevo Duro le succionaba irreversiblemente hacia la oscuridad y el abismo de una vida cotidiana dominada por otras manos.

Puede que en el fondo, irónicamente, Marina Ref. Paco Huevo Duro no fuera más que una creación de Paco Huevo Duro. Al menos una presencia provocada por él mismo como única salida posible de la encerrona que era su vida. Paco Huevo Duro, al no tener problemas económicos ni familiares, había ido construyendo su existencia alrededor de un empuje que realmente le faltaba. Era como una verbena sin orquesta. Para Paco Huevo Duro todo estaba donde debía para que funcionara, pero era cáscara vacía. Como un motor sin gasolina.

Es probable que de ahí proviniera su fatiga existencial. De no saber cómo gestionar lo que tenía. Finalmente, tras infinitos y encomiables intentos por encontrar la chispa que le hiciera arder en la hoguera que es la vida… asumió su fracaso y fabricó su propio patíbulo para un suicidio familiar y blando. El del matrimonio sin chispa, sin arte. Una especie de mal menor para terminar con la incertidumbre cotidiana de una inspiración que nunca llega. Ajusticiar la creatividad con el hastío de la carencia. Consumirse sin arder.

Probablemente para Paco Huevo Duro, que había lidiado con infinitos horizontes y aprendido infinitas técnicas y comportamientos de la materia… el descanso significaba dejar de buscar a unas musas que, a fuerza de resistírsele, pareciera que no existían.

Que Paco Huevo Duro lo abandonase todo no era una lástima ni una injusticia, sino una cuestión de tiempo. Falta por saber si no había sido justo al revés: que antes había sido Todo lo que le había abandonado a él.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta