Palmira

 

Ref. Seco Moco

  Samarcanda

´94

´95

567

             

 

Palmira Ref. Seco Moco era bajita y decidida, lo que da una idea de que respondía al perfil idóneo de enfermera, que de hecho era su profesión. Aunque sólo fuera inconscientemente, algo de esa tarea debía desempeñar para decidirse a iniciar una relación con Seco Moco: más o menos continuada, más o menos frecuente.

Francamente a mí Palmira Ref. Seco Moco me parecía una chica tan simple como normal, dicho sea sin ningún desprecio. En otras palabras, giraba en una órbita que nada tenía que ver con la de mi planeta. Pero lo cierto es que la noche del 13 de julio del ’94 yo volvía a mi domicilio de Kagan, ciudad en la que trabajaba entonces. Regresaba de la histórica presentación del número 0 de Los cuadernos del Soplagaitas, una velada que había transcurrido entre mis inspiraciones. Éstas me granjearon una fama que después disfruté equívocamente.

A la recogida de la presentación y sus aledaños, cuando llegó la hora de los arrumacos carnales… mi entonces amor platónico, Jacinta HUMOS, me abandonó a la soledad.

Llegar a casa y contemplar el espectáculo de Palmira Ref. Seco Moco y Seco Moco desnudos y en plena dedicación carnal, me resultó poco menos que una tentación con la que sublimar un calentón. El de las expectativas frustradas que traía en la recámara. Al fin y al cabo, sólo se trataba de demostrarme a mí mismo que era capaz de cualquier cosa. Dicho y hecho: tras alguna arenga/desafío por parte de aquel elemento discordante y efervescente llamado Seco Moco… y la pasividad de Palmira Ref. Seco Moco, me animé a formar parte de la fiesta sexual. No se me pregunte por qué… no podría explicarlo racionalmente… máxime cuando a la sazón yo tenía novia y no era ninguna de las nínfulas por allí circulantes.

Lo cierto es que desempeñé teatralmente el papel de “testaferro”, como puede comprobarse en un documento que da fe[1]. Ahí queda patente la intención de Seco Moco en el asunto[2] y el papel secundario que se le reservaba a la pobre criatura llamada Palmira Ref. Seco Moco. Para ella: sentirse mujer-objeto era un mal menor, porque incluía ya sentirse mujer. Algo superior a aquello a lo que acostumbraba, según parecía.

Por tanto la sesión (que no orgía) fue de lo más clarificador. Salvo algunos tocamientos iniciales, el asunto no me satisfacía y me retiré, dejándoles a ambos a solas. No sin antes recibir las bufas opiniones de Seco Moco sobre el tamaño de mi sexo. Las repitió a partir de entonces cada vez que tuvo ocasión, a pesar de que en realidad su ejemplar era menor que el mío. Sin duda, se trataba de un problema de percepción por su parte… que no requiere mayor dedicación.

Lo cierto es que ni el ambiente amarillo de aquella habitación ni la idea de una lúbrica sesión con aquellos dos seres me parecieron atractivos. De ahí que renunciase incluso antes de empezar. Tenía la sensación de recibir un premio de consolación, una especie de imitación descafeinada de lo que yo en el fondo pretendía, que era disfrutar de los placeres carnales con algún cerebro que tuviese cuerpo. Sin embargo, allí se me ofrecía lo contrario. La incomunicación que nos asola cuando el placer carnal proviene de un cuerpo tras el que no hay cerebro.




[1] 13794, en Kagan, comparecientes:

Palmira, Cecilio y yo (testaferro).

La cuestión es la siguiente:

Esta señorita y yo mantendremos relaciones sexuales y sexuadas y si el fruto de las mismas fuese la concepción, la engendrante, o sea se, ella, delegará en él no sólo la tutoría sino que además la única y exclusiva "patria potestad" de lo engendrado (se refiere a un bebé).

En Kagan, a 13 de julio de 1994.

El testaferro:                     El engendrante:

Ilegible                                Cecilio R.C.

                La engendradora:

                Palmira

[2] Aunque actuara bajo el seudónimo de Cecilio Ruiz Coca, tan querido para él.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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