Pamela

 

Filosofía

 

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Pamela Filosofía era una chica risueña y amigable. Su versión corporal, su presentación en el mundo de la materia, no era muy favorable… aunque en Filosofía eso es lo de menos. Puede que fuera lesbiana, pero eso era algo que me tenía sin cuidado, no me inquietaba ni preocupaba. Me interesaba mucho más el aprendizaje que pudiera transmitirme su veteranía. Tenía un par de años más que yo y por eso mismo el tiempo de Pamela Filosofía era mi oro.

Pamela Filosofía tenía un carácter jovial y alegre, siempre estaba dispuesta a compartir unas cervezas y algo de charla. Se notaba que era de Filosofía. Dialogar con ella transmitía una tranquilidad incierta[1]: la que proviene del desencanto de haber ido descubriendo el mundo y simultáneamente constatar que hace mierda[2].

Ante esto, claro, sólo queda la complicidad del margen en el que siempre nos hemos movido quienes tenemos vocación de contestatarios. Aceptar los esquemas de la realidad tal como vienen es garantía de perder la batalla de la vida. Dicho de otra manera: lo nuestro es buscar el margen donde puedan hacerse anotaciones de colores en la enciclopedia gris e inane de la sabiduría académica.

Para eso Pamela Filosofía era la compañía perfecta. Una especie de voz de la conciencia adelantada un par de años-luz en los inciertos espacios interdisciplinares. Me ayudaba a prepararme para el futuro. Era propedéutica, pero amiga.

La imagen que resume perfectamente lo que digo es del ’88. Estábamos ambos tomando cervezas nocturnas, a la puerta de El barrio y vimos pasar a algunos de sus compañeros de promoción. Celebraban sus licenciaturas con una cogorza de despedida. El espectáculo resultaba ciertamente lamentable, cuando no digno de compasión. Pamela Filosofía se reía, diciendo: “–Así es como se termina la carrera, ya ves”. Y yo: “–¡Qué penoso! No quiero acabar así, dando tumbos por los callejones con un pedo indecente”… La única alternativa era aún peor: no acabar la carrera, ir al desagüe de las inutilidades familiares y sociales.

¿Guatemala o guatepeor? Eso sí que es determinismo, déjate de Kant. Aquella noche acabó como todas, pero me trajo la lección de aprender a esperar con paciencia el momento de ver otro sol saliendo: el de la risa, por encima de los amaneceres académicos y laborales. La risa como un puerto.

La de Pamela Filosofía sí que era una lección magistral, no las de la Facultad de Filosofía. A pesar de todo se puede sobrevivir con risa en medio de un ambiente tan inhóspito como desértico. Siempre nos quedará la risa, por mucho que se apaguen el resto de las revoluciones.




[1] No quiero llamarlo resignación porque no lo era.

[2] No agua: ¡ojalá!

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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