Pascual

MAJO

 

Kagan

´92

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576

             

 

Es muy probable que una de las mayores frustraciones que puedan experimentarse en la vida sea la de quien siente aspiraciones estéticas de cualquier tipo (musical, pictórico, literario, escultórico, cinematográfico, etc.) y tiene que asumir lo material de las mismas. En otras palabras, que el espíritu no pueda darse sin cuerpo. Una de las mayores maldiciones para todas las almas que han pretendido trascender la materia.

Pascual MAJO lo sabe con un grado atroz de amargura. Desde siempre participó en iniciativas estéticas, como buen dibujante que es… con la intención de mejorar el mundo. Dicho así parece pretencioso, pero hay que tener en cuenta el entorno, el contexto en el que Pascual MAJO fue creciendo. Esa fosa en las alturas que se llama Kagan[1]. Para Pascual MAJO la estética fue surgiendo desde el interior como una planta que brotase lentamente, hasta florecer en su madurez humana. Juntamente con el aprendizaje de las técnicas necesarias para expresarse.

Como Pascual MAJO, muchos otros en Kagan sentían la inquietud, esa necesidad de cambiar un entorno feo. Al igual que entre los saharauis, nace en infinitos lugares dominados por la mediocridad y el caciquismo… sobre todo allí donde lo mezquino constituye un imperio que conquista desde dentro la mentalidad de la mayoría de sus habitantes.

Ellos consiguieron agruparse y marcar físicamente algunos lugares del pueblo, significativos. Unas escaleras inmensas les sirvieron para plasmar la figura de un escultor troglodita… o el auditorio del parque, una escena costumbrista. Ilustraciones dinámicas, desenfadadas. Demostraciones de que, aunque parezca lo contrario, no todo está perdido para el ser humano.

Pero a Pascual MAJO le pasó como a Tales de Mileto, aquel sabio antiguo que, atareado en la contemplación de las estrellas, cayó a un pozo… y una doncella se reía de él. En el caso de Pascual MAJO la variante fue como sigue: su mujer le fue infiel y el asunto se convirtió en la comidilla del pueblo. Imagino cómo debió de sentirse. Si le hubiera ocurrido en Tashkent, no habría pasado nada. Pero Kagan[2] es otro planeta. Murmuraban y le señalaban al pasar por las calles. Pascual MAJO, que había querido expandir la luz y la alegría por todo su entorno como un ángel, se vio arrastrado al abismo oscuro que reina en los corazones malditos. El enemigo se había colado en su vida por la puerta trasera.

Después la separación y el desencanto. Pascual MAJO rehaciendo su vida en otro idioma. Pascual MAJO para siempre perdido en las tinieblas de la desilusión. No las del fracaso, porque la luz de su sonrisa y sus inquietudes seguirán haciendo amanecer en Kagan. Otro Pascual MAJO distinto, nuevo o al menos renovado. Tras haber asimilado la amarga lección que se aprende tras darles margaritas a los cerdos.




[1] Con lo que tiene de paradójico, contradictorio… un oxímoron.

[2] ¿Cómo voy a estar orgulloso de Kagan, si el mío es un pueblo que mira al dedo cuando le señalan la luna?

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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