Remedios

ABULIA

 

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Alegre y comprensiva, Remedios ABULIA parecía retener una actitud vital cercana al optimismo. Sus comentarios acerca de las peregrinas cuestiones cotidianas como el trabajo o el futuro laboral de nuestro gremio parecían más confidencias que otra cosa. Como confesiones susurradas entre el desencanto que significa traducir la filosofía a cifras del mercado laboral.

Esa especie de renuncia que significa salir a la palestra de la esclavitud: algo humillante para cualquier filósofo. Tras haber estado durante años dilucidando ideas sublimes y absolutas, algo tan peregrino como comer, sobrevivir o habitar un cuerpo… resulta similar a la sensación que tendría un dios cualquiera expulsado de su Olimpo.

Pero a Remedios ABULIA todo aquello no le importaba demasiado o al menos así lo parecía. Su similitud con una maruja normal la hacía más cercana, me traía el mundo real a la conciencia. Pero también se me aparecía algo traidora, porque ¿qué había sido de todo aquello que durante años la había preocupado? ¿Acaso había desaparecido? ¿Dónde había ido a parar? De hecho, nunca hablé con Remedios ABULIA de filosofía estrictamente dicha. Sólo de los países satélites de la misma: los laborales, mayormente.

Parecía como si Remedios ABULIA se hubiera curado de una enfermedad metafísica al terminar la carrera, sólo por haberlo conseguido. Esto me daba un poco de envidia, claro. La imaginaba en su pueblo, dando clases como quien hace calceta. Pero también me inspiraba distancia o desprecio por haber renunciado al Todo[1], alejarse de unos fantasmas que a mí aún me bullían recientes, tiernos. Remedios ABULIA entró en la rueda laboral, por supuesto… sin que quedase muy claro para mí, pobre novato, si aquello que se le avecinaba era una condena o el abrazo del tan cacareado y tantas veces anhelado paraíso.



[1] ¿Acaso no es eso lo mismo que quedarse con la Nada?

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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