Mientras me estoy afeitando, a veces recuerdo a Sabrina GORGORITO. La conocí como novia de Nini Resús, uno de sus rollos veraniegos en Bukhara para olvidar a Maite Ref. Nini Resús, la mujer de “subida”.

Sabrina GORGORITO fue a Samarcanda para estudiar Derecho. Fue en la época durante la que el gran Nini Resús nos premiaba con su presencia hamiltoniana. Pero entre ellos se acabó enseguida la historia. Nini Resús dejó de venir y Sabrina GORGORITO[1] se convirtió para mí en una visita de café vespertino. Cómplices de tangos y de casa acogedora.

A las dos hermanas les dejaba libros y cintas de vez en cuando. Ellas se limitaban a explotar su pasividad[2] al fondo de aquel oscuro patio interior, en su bajo K. Araceli GORGORITO con resaca, Sabrina GORGORITO con sus oscuros ojos limpios. En cierta ocasión Sabrina GORGORITO y yo salimos a tomar unas cervezas, a charlar[3]. Casi celebrando que Nini Resús y Sabrina GORGORITO hubieran dejado de ser pareja. Yo tejía la invisibe red alrededor de su indecisión. Aunque vacía, su compañía me resultaba agradable. Al regreso hasta su casa la despedí con un beso que encontró una boca entreabierta de sorpresa. El único beso que nos dimos fue como la propia Sabrina GORGORITO: fugaz, desconocido, inesperado, olvidado.

Después seguimos viéndonos. Sabrina GORGORITO no decía nada al respecto del futuro, sólo se dejaba llevar por la nada. Tiene la única copia de uno de mis cuentos y también aún en préstamo, tras tantos años: El diablo en la cabeza de Bernard Henri-Lévy.

Algunas veces coincidimos en Ana, donde Sabrina GORGORITO se desmelenaba sin objeto. Donde Araceli GORGORITO se emborrachaba sin remisión, como sólo saben hacerlo los médicos. Después, en su guarida del bajo K: la resaca de Araceli GORGORITO y la calvicie metafísica de Sabrina GORGORITO, quien culminó en su licenciatura como abogada, ahora casada.