A Sofía ACIAGA le salvaba ser risueña. Esto hacía que se le disculpara todo: la cara marcada, la mandíbula cuadrada, las maneras bastas y el apellido impresentable que llevaba. Charlar con Sofía ACIAGA impregnaba de una calidez uterina que sólo podía explicarse por su condición de salida. En su trato había algo de un erotismo animalesco que no era físico. Algo así como una conexión interestelar, no sé.

A pesar de ser un proyecto de filósofa, sus conversaciones siempre iban por derroteros más peregrinos. Quizás su lastre fuera el novio, aquel impresentable Fermín ALUBIA; pero Sofía ACIAGA siempre le defendía. Aunque objetivamente hablando se trataba de un elemento a todas luces prescindible, Sofía ACIAGA intentaba contagiarme una compasión que la altivez de Fermín ALUBIA contradecía. Parecía como si ante los ojos de Sofía ACIAGA el hecho de que Fermín ALUBIA fuera su semental le otorgase una especie de bula. Puede que realmente se tratara de una hazaña, pero en ese caso sólo Sofía ACIAGA la comprendía. Hasta el punto de ser capaz de disculparle cualquier bellaquería. O puede que simplemente se tratase de no dejar que hicieran leña de quien le calentaba el catre.

Sofía ACIAGA pertenece al grupo de doncellas que se libraron de ser folladas por mi condición de respetuoso. Si me hubiera dado cobertura una personalidad coñazo[1], de las incombustibles… seguramente Sofía ACIAGA habría sido una de las candidatas[2].