Sofía

Fin de siglo

Samarcanda

´84

 ´98

633

           

 

Aunque Sofía Fin de siglo no lo supiera, vivía secuestrada. Al menos perdida, extraviada. Así es la lotería de la vida. Naces y te pone en un lugar más o menos inhóspito, más o menos hospitalario. Después empiezan a desfilar los factores que combinados harán de tu vida algo único. Esto es lo que se llama ‘experiencia’.

La de Sofía Fin de siglo se limitaba al pueblo en que nació, del que para su fortuna pudo marcharse bien jovencita. Desembocó en un colegio de Samarcanda que la vio crecer con normalidad. Por las tardes se encerraba y estudiaba en el agujero infame que se llamaba Fin de siglo. Muy adecuado para almas desahuciadas, como buen sótano… pero un crimen para un alma como la suya.

Tuvo un novio skater. Ambos se movían entre los ambientes típicos de la adolescencia de la época: tribus urbanas, colegueos… Sofía Fin de siglo nunca sospechó cómo es la vida real[1]. De la misma forma que les ocurre a la mayoría de los mortales, que también están perdidos sin remedio.

Como decoración del Fin de siglo, un día su hermana Tina Fin de siglo puso en el bar una foto de Sofía Fin de siglo. Vestida de comunión y con un letrero que decía SE BUSCA. Probablemente sólo haya hecho que buscarse, la pobre Sofía Fin de siglo. Como ella, todos en este mundo injusto y falto de comprensión y compasión: estrictamente hablando, no haremos otra cosa en toda la vida que no sea buscarnos de mil maneras.



[1] Invadida como estaba por el Síndrome de Estocolmo.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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