COPAGO

 

´85

´98

272

             

 

COPAGO venía a ser la demostración palpable, fehaciente, de una reencarnación que va más allá de la materia. Es el espíritu de una mentalidad que trasciende el tiempo, que aunque en ocasiones retroceda, siempre está en el mundo. Por eso resulta un arquetipo.

COPAGO era esa capacidad crítica y autocrítica que se muestra ante el mundo con sentido del humor. El ejemplo de alguien que se sabe imperfecto, pero hace de ello motivo de risa: como quien se coloca voluntariamente ante un espejo deformante y lo convierte, gracias a esta piedra filosofal, en un espejo hilarante.

COPAGO mismo lo decía en sus clases: “Lo importante es decir las cosas importantes y serias. Pero puede hacerse en broma, sin problemas. Esto no les quita importancia, sino que las acerca, las hace accesibles”. Así lo hacía COPAGO: nos zambullía hacia la sabiduría ancestral de los primeros griegos entre bromas. Familiarizándonos con lo que al pasar los siglos se convertía en una jerga ininteligible de eunucos venidos a más, casi siempre.

Digamos sin pudor ni sonrojo que la clase de COPAGO era como una guardería de la Facultad, en la que no sólo nos sentíamos como niños felices… además notábamos que los grandes sabios eran unos niños como nosotros. Era la ignorancia original, la gran dicha perdida… con el paso de los años. Era la sabiduría sin adulterar: esa papilla imprescindible para el crecimiento.

Y COPAGO lo hacía a la perfección, sin ínfulas. Era el amigo que te cuenta cosas interesantes… que aprendes casi sin querer, entre bromas cotidianas. Por lo tanto pedagógicamente era impecable. Bien sabía COPAGO lo que nos esperaba después de ese Primer curso en el que campaba a sus anchas, como nosotros: pero no se dejaba contaminar por todo cuanto amenazaba nuestra integridad mental. Se mantenía a distancia, deliberada y voluntariamente, porque sólo así podía seguir cumpliendo su papel de guía, que a todos nos aleccionaba y servía.

COPAGO conseguía que con él uno estudiara sin darse cuenta: aprender como un pasatiempo divertido. Zambullía en la sabiduría. Comprender esto parece bastante sencillo ahora, 30 años después, al menos para mí. Pero hubo quien lo veía de otra manera.

Para Pablo CIEGOS todo el planteamiento de COPAGO servía como acicate creativo. A la cercanía mental de los planteamientos de COPAGO, Pablo CIEGOS agregaba un aliciente de natural camaradería. Ambos eran del mismo pueblo, lo que para Pablo CIEGOS significaba un plus, una complicidad añadida. Quizá de ahí nació, como algo natural, el reto que Pablo CIEGOS se impuso a sí mismo.

Al llegar el examen final, en lugar de contestar las preguntas adecuadamente, al estilo pedagógico estandarizado… Pablo CIEGOS lo hizo de una manera distinta: se inventó un filósofo y a partir de él explicó teorías inexistentes. Le sirvieron para dar rienda suelta a su imaginación filosóficamente calenturienta. No pudo resistirse a la tentación de llevar a cabo semejante herejía académica.

COPAGO podía ser de todo menos tonto y por tanto se dio cuenta inmediatamente de la jugada. El resultado, claro: un desastre académico.

Lo que pensó COPAGO era que sin ningún sentido aquel chaval de su pueblo había optado por el suicidio académico. Así se lo comunicó a Pablo CIEGOS, reconviniéndole para que de alguna manera encauzara los hechos de otra forma. Dándole una segunda oportunidad que finalmente redujo el episodio a mera anécdota.

Quince años después participé como encuestador de COPAGO en su ámbito filosófico-pedagógico. Él seguía igual, como el cachondo mental que siempre ha sido. Por mi parte, yo miraba con cierta envidia a sus alumnos. Me preguntaba si sabrían apreciarle debidamente…

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta