Dámaso

 

Colilla

 

´83

´85

286

             

 

Dámaso Colilla llevaba el disfraz de excepcional, pero era tan corriente como la mayor parte de los mortales irracionales. Ostentaba el apodo, el QRZ que se dice en el mundillo de las ondas, preñado de malditismo: “colilla”, resto desechable de un cigarrillo. Por mimetismo con el radioaficionado al que todos “pisan”, que en la jerga quiere decir hablar mientras lo está haciendo otro, para interferir su señal. Dámaso Colilla hacía alarde de este malditismo como una especie de baluarte con el que justificar su verdadera personalidad. Ésta, no obstante, salía a relucir a la primera de cambio: la violencia gratuita como forma de resolver las diferencias.

Dámaso Colilla recurría a la radioafición como el cul de sac al que iban a parar entonces muchos incomprendidos e inadaptados. El refugio para almas incómodas a quienes no les gustaba la televisión.

Como tantos radiopitas piratas, alardeaba de unos conocimientos de electrónica que nunca llegó a demostrar. En las ondas le gustaba ir como una apisonadora, buscando alguien que le llevara la contraria para tener una excusa perfecta: quedar para partirse la cara, su objetivo último.

Llevaba siempre los puños crispados para evitar que fueran patentes sus complejos. No es que oliera mal, estuviera gordo y fuera feo: en el fondo, eso era lo de menos. Lo peor era la parafernalia con la que enmascaraba el vacío de su cerebro.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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